La competencia entre China y Estados Unidos se intensificará en el 2022. Es inevitable. Las grandes potencias no tienen otra forma de relacionarse. No existe un foro internacional válido para dirimir sus diferencias. El mundo de los equilibrios ha sido el más seguro a lo largo de la historia, pero no parece que China y Estados Unidos estén negociando una entente en el Pacífico. Al contrario, las espadas están y seguirán en alto.
El presidente Xi ha prometido no trasladar a la siguiente generación el reto de recuperar Taiwán y reunificar el país. Calcula que puede salir airoso. Esta pugna es mucho más que una disputa territorial. Es la pieza clave que China necesita para controlar el Pacífico y ser la nación más poderosa del mundo. Su PIB equivale al 70% del de Estados Unidos y, gracias a su dominio de la inteligencia artificial, las conexiones 5G y la ciberseguridad, Xi espera equipararlo en la próxima década.
En el siglo XX, Estados Unidos derrotó a los cuatro grandes poderes que amenazaron su hegemonía: la Alemania imperial de la Primera Guerra Mundial, el imperio japonés, la Alemania nazi y la Unión Soviética. China representa ahora una amenaza todavía mayor y no está claro cómo el presidente Joe Biden va a hacerle frente.
La mejor estrategia de Estados Unidos es la disuasión, una presencia militar masiva en la región del Pacífico que haga dudar a China de los beneficios de atacar Taiwán. Biden refuerza esta posición militar con una alianza de naciones democráticas contra las autocracias.
No está claro, sin embargo, que sea suficiente. La salida caótica de Afganistán, la derrota en esta guerra innecesaria, pesa como una losa. Tiene consecuencias psicológicas sobre la población y la administración. No parece que la Casa Blanca vaya a contar con el suficiente respaldo popular para defender Taiwán.
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— Limp Bizkit Becky Wed Sep 17 18:09:06 +0000 2014
Xi, en todo caso, puede aparcar la invasión. Tiene tantos o más problemas en casa como Biden. La pandemia, el cierre de fronteras, la disrupción de las cadenas globales de suministros, le obligan a reforzar el consumo interno, a crecer hacia dentro más que hacia fuera.
Xi, además, tiene prisa. La baja natalidad y el aumento de la esperanza de vida como consecuencia del progreso económico son un gran lastre. Faltan niños y faltan recursos para atender a los mayores. También faltan ingresos fiscales. El Estado no recauda lo necesario y teme endeudarse en exceso. La austeridad se impone. De repente ya no hay tanto dinero para invertir fuera, para seguir construyendo la nueva ruta de la seda, el cinturón de infraestructuras que debe ser la base de un nuevo orden multipolar.
Biden también tiene prisa. La minoría republicana le pone demasiados palos en la rueda. El desgaste parlamentario es enorme y aún lo será más en este 2022. Lo que no saque adelante antes de las elecciones legislativas de noviembre difícilmente verá la luz después. Es muy probable que los demócratas pierdan el control de la Cámara de Representantes. Aunque ganen en votos, los demócratas perderán escaños.
La democracia estadounidense es hoy muy injusta y disfuncional para regocijo de Xi, que se frota las manos viendo la estabilidad de su sistema autoritario. En otoño, es muy probable que el Partido Comunista le conceda un tercer mandato, algo sin precedentes. Lleva diez años en el poder y nadie le hará sombra en el próximo congreso.
La sombra de Trump, por otra parte, se alarga de nuevo. Los republicanos parecen quererlo a él más que a la propia democracia. Han manipulado las circunscripciones electorales para favorecer a sus candidatos y dificultarán el voto de los demócratas allí donde la campaña sea más reñida. Pueden hacerlo a partir de los parlamentos estatales que controlan y donde pasan leyes antidemocráticas. En Georgia, por ejemplo, se impide dar agua a las personas que hacen cola para votar.
El declive de la democracia estadounidense, la debilidad de Biden y la consolidación de Xi, las dificultades económicas a las que ambos se enfrentan, el pulso decisivo por Taiwán y por el dominio de la inteligencia artificial tensarán las costuras del mundo en el 2022.