Poca gente conoce sus nombres: están más cerca del anonimato que de copar portadas de periódicos. No son, desde luego, genios del fútbol que, como dicen los argentinos, parece que la pelota los lleva a ellos; tampoco son quienes protagonizan día sí día también las entretenidas intrigas y refriegas televisivas. Sin embargo, sus trayectorias merecerían la misma repercusión. Como la de tantos otros, claro. Iker, por ejemplo, trabaja en la NASA; Jorge fue precursor de una de las principales redes de talento a nivel internacional, Beatriz pasó años investigando esqueletos para conseguir que muchos pacientes puedan llegar a ser deportistas paralímpicos… Y, dado que no todos partieron con las mismas oportunidades, lo más increíble es lo que tienen en común –aparte, claro, del talento y del esfuerzo–: tienen menos de 35 años y forman parte de los 111 de Nova. Pero ¿qué es Nova?
Nova es una plataforma vertical presente en más de 80 países que conecta entre sí y con las empresas a personas de alto potencial. Para formar parte de esta asociación, el aspirante debe ser nominado por un miembro o acreditar méritos suficientes. Por tanto, deberá superar un proceso de selección en cinco fases: nominación, background, referencias, tests y vídeo entrevista. En palabras suyas, Nova interconecta al "top 3% del talento".
Los 111 de Nova son una selección anual de los mejores talentos jóvenes (menores de 35 años) en distintos sectores. Para resultar uno de los elegidos hay que haber sido nominado o presentar tu trayectoria. Por tanto, son todos los que están, pero no están todos los que son.
Por otro lado, resulta llamativa la diferencia entre el número de hombres y de mujeres: el 72% de la lista la forman ellos. Para Gloria, una de las cuatro emprendedoras premiadas en su vertical, “hay que pensar en que venga alguna mujer para que esté igualado y dar visibilidad de que hay mujeres haciendo cosas; mi padre es emprendedor pero cuando yo me proyectaba en el futuro me identificaba con mi madre enfermera”. María, otra de las ganadoras, va en la misma dirección: “Los ocho grandes corresponsales en Europa de Wall Street Journal son todos hombres. Yo quiero dar ese paso, pero solo he encontrado a una mujer referente. Entre mujeres tenemos que ayudarnos”.
EL ESPAÑOL ha contactado con diez de los últimos ganadores para conocer más sobre algunos de los mejores talentos jóvenes que hay en España y debatir la meritocracia: Iker Liceaga (premiado en Ingeniería y Energía), Diego Gago (Políticas y Sector Público), María Martínez (Medios de Comunicación), Beatriz Crespo (Sanidad y Ciencias de la Vida), Gloria Gubianas (Impacto Social), Jorge Ferre (Financiero, Patrimonio Legal e Inversiones), Mario de Miguel (), Carlos Calderón (Ventas, Marketing y Publicidad), Pedro Méndez de Vigo (Legal) y Cristina Balbás (Emprendimiento y Startups) .
La trayectoria de Beatriz es bastante curiosa. Aunque estudió Ciencias del Deporte en la Universidad de Castilla La Mancha, empezó a trabajar en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo investigando esqueletos. Algo que, a priori, poco tenía que ver con el deporte… hasta que entró en el Comité Paralímpico Internacional. Allí empleó sus investigaciones para mejorar la recuperación de los pacientes y que pudiesen llegar a ser deportistas paralímpicos.
Llegó a conseguir una plaza de profesora titular en la Universidad de Castilla La Mancha, pero acabó dejando su puesto porque era incompatible con la empresa que había fundado paralelamente en 2014: Freedom & Flow, donde ayudan a las empresas a confeccionar mejores programas de salud gracias al big data.
Beatriz Crespo
Entre sus clientes están Coca-Cola, Banco Santander, Repsol... “Cepsa, por ejemplo, tiene más de 15.000 empleados. Nosotros analizamos los datos y les decimos cuáles son sus necesidades en materia de salud. Identificamos que había colectivos con personas mayores a su cargo, entonces la solución no es regalarles una cuota de gimnasio sino hacer un acuerdo con un proveedor de servicios de cuidado”, explica Beatriz. Al final, lo que hacía con los esqueletos en el hospital acabó siendo clave para las investigaciones que realiza en su empresa.
- ¿Existe la meritocracia?
- El talento es trabajo diario, creatividad, ilusión y ganas. Y no perderlo a pesar de las dificultades.
Iker es uno de los pocos españoles que han hecho realidad su sueño de niño: trabajar en la NASA. Pero el camino hasta las estrellas no ha sido fácil. Tras graduarse en Ingeniería Industrial por la Universidad de Navarra, cambió de continente e ingresó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts donde conoció a la persona que le abrió las puertas de la NASA con 25 años.
Iker Liceaga
Iker admite que “no es muy común que haya ingenieros extranjeros en la NASA, pues la tecnología está protegida. Soy uno de los poquitos”. Y, por supuesto, tampoco es habitual gente tan joven: “Son americanos, ya que su entrada es más directa. Como extranjero tienes que hacer acopio de más credenciales y es bastante excepcional”. Sin embargo, él lo ha conseguido y ya lleva cuatro años construyendo satélites orientados a analizar nuestros conocimientos del Sol.
En el camino ha tenido que hacer sacrificios, pero él lo ve de forma similar al deportista que “se abstiene de ciertas cosas para mejorar su rendimiento”. Iker encuentra diferencias notables entre la investigación en España y en Estados Unidos, como “la abundancia de recursos, el calibre de los proyectos o la libertad que se tiene”. No obstante, confiesa sentir un gran arraigo por España: “Me gustaría venir algún día y aplicar aquí todo lo que he aprendido allí”.
—¿Existe la meritocracia?
—Estados Unidos me ha resultado un entorno muy positivo porque sí que existe y se premia a la gente que trabaja bien y que vale, mientras que en otros entornos influyen otras cosas. Es un modelo que podríamos importar a España, sin tampoco desmerecerla. Creo que es un cambio muy fundamental de la filosofía de trabajo.
Hijo de médicos, empezó a sentir el gusanillo del mundo financiero en los últimos años de instituto. Estudió Derecho y Administración de Empresas en la Universidad Pontificia de Comillas, propiedad de la Iglesia. Durante la carrera aprovechó los veranos para hacer prácticas en el extranjero, lo que le permitió encontrar su primer trabajo en un banco de inversión londinense.
También en la etapa universitaria montó Sinapsi, una plataforma parecida a Nova donde seleccionaban a “los mejores estudiantes de las mejores universidades”. A raíz de aquello, los responsables de Nova –por entonces un programa únicamente sueco que buscaba expandirse– se pusieron en contacto con él y sus socios para desarrollar Nova en España, por lo que se considera “uno de los precursores”.
Jorge Ferre
Actualmente trabaja en EQT (un fondo de inversión sueco) desde Madrid. Admite que el mundo de las finanzas es muy exigente, por lo que “muchas veces he tenido que trabajar de manera intensa”, pero no le gusta llamarlo sacrificios. Con respecto al futuro, le gustaría incorporarse como docente de grado o máster.
—¿Existe la meritocracia?
—El mundo financiero donde he estado yo sí que se basa mucho en la meritocracia. Los pasos de crecimiento se basan completamente en resultados y en méritos.
Gloria lleva desde los 16 años creando sus propios negocios. Estudió en Mondragón, una universidad privada de Guipúzcoa donde hizo un grado que parecía hecha a su medida: Liderazgo Empresarial e Innovación. “Desde el primer día creas tus propios proyectos, con dinero y clientes reales”, explica Gloria, que empezó haciendo manicuras a domicilio.
Gloria Gubianas
Durante la carrera conoció la Fundación Vicente Ferrer y supuso revelación en su compromiso medioambiental. Así, en el segundo curso montó una empresa llamada Sheedo que elaboraba con semillas un papel de usar y plantar en vez de usar y tirar. Por último, como TFG co-fundó su actual empresa: Hemper, donde convierten en productos de moda los tejidos de cáñamo elaborados por grupos vulnerables de Nepal. Esto le valió ser reconocida en 2019 como la “Mujer emprendedora del año en España”.
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Gloria habla con conocimiento de causa. Tras un voluntariado en Nepal, se dio cuenta de que hay una sobrecarga de voluntarios que acaban convertidos en turistas: “Fui a un orfanato donde no había huérfanos, sino chavales que sus padres mandaban allí porque no podían dedicarles tiempo. Yo no tenía nada que hacer, no me necesitaban. Solo estaba allí por el dinero que había pagado”. Por eso decidió contribuir a cambiar la situación poniendo en marcha un proyecto pionero y sostenible.
—¿Existe la meritocracia?
—Yo no estoy de acuerdo con la meritocracia. Es algo que yo trabajo con mi terapeuta, me dice: "Gloria, por más horas que trabajes, las cosas no van a salir". Yo me quedé a una décima de entrar en medicina, con expediente perfecto en Bachillerato, currando un montón. Tienes que encontrar otros caminos.
Nosotros hemos empezado Hemper en un contexto en el que he estado meses sin cobrar y, si no hubiera tenido a mis padres apoyándome y manteniéndome cuando no ganaba dinero, el proyecto no habría salido adelante. Muchas veces las marcas nuevas que surgen son "los hijos de". Si yo empezara con todas esas redes creadas iría super rápido. Pero también es verdad que ya puedes tener todo el dinero del mundo que, si no te lo curras, no vas a llegar a ningún lado. Es un equilibrio entre esas dos cosas.
La vida de este ingeniero de telecomunicaciones cambió cuando, tras doctorarse por la Universidad Politécnica de Madrid, fue seleccionado como investigador en la prestigiosa Universidad de Cambridge: “Es un lugar fascinante porque hay un ambiente tremendamente estimulante de cara a la investigación”, recuerda Miguel. Sin embargo, matiza que no le gusta cuando se menosprecia el talento que hay en España: “Allí hay muchos medios y mucha ayuda, pero en España se hacen trabajos muy interesantes y no tenemos que sentirnos pequeños”.
Mario de Miguel
Tras cinco años en Cambridge fundó con otros académicos Sorex Sensors, una empresa donde emplea la tecnología que ha investigado en sus estudios aplicada a los sensores: “Son unos sensores muy pequeños que detectan moléculas para diferentes tipos de gases. Se emplea en campos tan diversos como la agricultura para detectar y controlar insectos perniciosos o en medicina para hacer biosensores”, explica.
—¿Existe la meritocracia?
—La meritocracia la veo de manera muy positiva, me ha ayudado de manera profesional. Defiendo al 100% lo que me ha ayudado a haber llegado hasta donde he llegado: la cultura del esfuerzo. Yo creo que sí existe la meritocracia. Soy bastante optmista.
Con 23 años, recién acabado el máster de acceso a la abogacía, Pedro entró en Cuatrecasas, uno de los bufetes más importantes de España. Se especializó en protección de datos y tecnología, por lo que cuando explotó el boom del blockchain y los criptoactivos no dudó en dar el salto al departamento de propiedad intelectual y nuevas tecnologías. Pero Pedro no le dice a la gente si tiene que invertir o no, sino que analiza “los riesgos jurídicos relacionados con la tecnología blockchain y la fiscalidad que se debe cumplir”.
Como puede predecirse, Pedro confirma que en los últimos tiempos la carga de trabajo que tiene con temas de criptoactivos ha ido aumentando. Para él, además de la integración de conocimientos y de la capacidad de adaptación, las claves del talento son “el trabajo constante y la curiosidad de preguntarse el porqué de las cosas”.
—¿Existe la meritocracia?
—Yo creo que sí existe. Los grandes despachos de abogados se rigen por un sistema meritocrático. Michael Sandel ha publicado La tiranía del mérito, donde habla sobre los problemas que pueden ir asociados a un sistema muy meritocrático. En la vida hay un factor que es meritocrático en cuanto al esfuerzo que pone cada uno, pero que va acompañado de otros factores muy importantes: tener la posibilidad de estudiar en una universidad buena como fue mi caso, que te da opciones de poder hacer unas prácticas en el extranjero… no es solo mérito del individuo.
No hay muchos políticos que logren un escaño con tan solo 32 años, pero es el caso de Diego. Este vigués, que desde los 18 años encadenó “trabajos a tiempo parcial durante los estudios para complementar salarialmente”, entró en el Partido Popular a los 16 años.
Diego Gago
Con 27 años fue número 2 en las listas de Vigo y estuvo cuatro años de concejal. Al mismo tiempo, presidió las juventudes del partido a nivel nacional entre 2017 y 2021. Y, desde abril de 2019, es diputado y portavoz del cambio climático del PP: “Fui ponente en la primera Ley del cambio climático en España o en la Ley de comercios de derechos de emisión de CO2”, enumera Diego entre otras acciones.
En su grupo parlamentario hay solo tres personas más jóvenes que él, algo que considera importante pues se trata de una franja de la población que necesita representación. Además, destaca que “jóvenes talentosos hay muchos, que haya sido premiado yo no significa que no haya otros muchos talentos en España pero que no se han presentado o han sido recomendados”.
—¿Existe la meritocracia?
—Yo creo en la meritocracia. Debemos tener los representantes institucionales más preparados. El tiempo al final define el camino que acaba desarrollando cada uno. No quiero contribuir a la idea de que no hay personas válidas en la actividad legislativa y ejecutiva.
A los 16 años, Cristina cambió Burgos por Hong Kong gracias a una beca para estudiar el Bachillerato internacional (“la princesa Leonor está en el mismo programa de estudios, aunque sin beca”). Y a los 18, lejos de volver, marchó a la Universidad de Princeton (Nueva Jersey) para matricularse en Biología molecular. Fue ya como graduada cuando, de nuevo gracias a otra beca –esta vez de La Caixa–, regresó a España para hacer un doctorado en el Centro de Investigaciones Oncológicas.
“Había una gran demanda por parte de centros educativos que no estaba siendo cubierta”, cuenta Cristina al recordar cómo surgió la idea de Escuelab, la empresa con la que enseñan ciencia de manera práctica e interactiva a más de 250 niños y profesores de La Rioja, Bilbao, Valencia, Pamplona y Madrid.
Cristina Balbás
—¿Existe la meritocracia?
—Sobre el papel la meritocracia existe, pero la realidad es que no todos los niños tienen las mismas oportunidades: el que se pasa los veranos en Irlanda aprendiendo ingles, el que va a cursos de robótica… Nosotros trabajamos con niños en riesgo de exclusión y, por mi experiencia personal, hacen falta buenos programas de becas que detecten el talento y no se basen solo en las notas, con procesos de selección más inclusivos. Falta mucho por recorrer.
Este madrileño tiene claras las claves de su triunfo profesional: “Mostrar interés en adaptarte a un nuevo entorno y entregar resultados. Es decir, ganas de aprender e implementar lo aprendido”.
También influye, desde luego, las oportunidades de que ha gozado desde pequeño: vivió hasta los 11 años en Brasil; hizo el Bachillerato en Hawái, las prácticas en China y acabó la carrera en Administración de Empresas en Dublín. Una experiencia internacional que le fue de gran ayuda a la hora de trabajar en distintos startups de éxito: Cabify, Airbnb, N26 y Longevity Card.
Carlos Calderón
—¿Existe la meritocracia?
—Creo que el reconocimiento por el esfuerzo es importante. Si una persona no está motivada en el trabajo hay que averiguar el motivo para ayudar a que dé lo máximo de sí.
María ha encarnado el auténtico sueño americano: de un colegio público en un pueblo de Valencia llegó a la Universidad de Columbia, en Nueva York, con una de las becas más importantes del mundo: la Fullbright. Entre medias, se graduó de Periodismo y Filología Inglesa en la Universidad de Valencia.
Su “año loco”, como ella lo llama, fue 2018: acabó el máster en Columbia y, después de aplicar en 50 empresas y ser rechazada por 48, entró en Bloomberg, el medio más importante del sector financiero. Y fue duro: “Me levantaba a las tres y media de la mañana., empezaba a trabajar a las cuatro y a las seis hacíamos el informativo, que es la hora a la que lo ve la gente de Wall Street”. Por si fuera poco, por las tardes era reportera de la bolsa de Nueva York para otra televisión: “He llegado a trabajar 22 horas en un día”, recuerda María.
María Martínez
Su regreso a España estuvo plagado de las dudas inherentes al sector: que si nunca iba a encontrar trabajo, que si le esperaba precariedad. “Nunca sale un puesto en El País, El Mundo, ABC…todos estos medios tienen sus másteres que son puerta de entrada. Y yo no iba a pagarlo”, se queja María. Sin embargo, a los tres meses de llegar ya tenía su actual empleo: cubre la economía europea para medios como Dow Jones y Wall Street Journal. “Lo que me salvó aquí fue que soy una friki de los idiomas: tengo nivel nativo de inglés, de alemán, de catalán, prácticamente de francés y estoy empezando con el portugués”, explica.
—¿Existe la meritocracia?
—Tengo una opinión muy fuerte sobre la meritocracia. Yo vengo de un pueblecito pequeño, estudié en el mismo colegio público que mis mejores amigas. Luego, en el máster, tenía compañeros que eran hijos de presidentes y evidentemente habíamos tenido caminos diferentes. Del grupito de españoles, salvo yo y otra chica todos se lo pagaban sus familias. Existe el perfil que llegamos por las becas, pero somos el 0,1% y nos exigen que hablemos cuatro idiomas, una disciplina de trabajo tremenda...
Yo he tenido las oportunidades base. Un colegio público en un pueblo funciona mucho mejor, por ejemplo. Pero he tenido los mismos profesores de inglés que mis amigas y ellas no han llegado a hablarlo. Creo en las personas que se esfuerzan, que quieren más… pero también que en España tenemos una incapacidad para atraer talento. Se habla mucho de que hay una crisis de periodismo, pero si se pagaran salarios dignos y se les dieran oportunidades a los mejores estudiantes que salen de la carrera, tendríamos periodistas de calidad. En el periodismo económico, por ejemplo, solo hay tribunas de hombres de 60 años.