Internet puede ser un lugar hostil y lleno de odio, especialmente para las mujeres, las niñas, las minorías raciales y étnicas, el colectivo LGBTIQ+ y otras comunidades marginalizadas, quienes tienen más probabilidades de que se abuse de sus imágenes en línea.
Estos abusos de carácter sexual incluyen el intercambio no consentido de imágenes íntimas (también conocido como "pornovenganza", un término censurable que sugiere que una persona superviviente merecía una retribución o dio su consentimiento para hacer pornografía), deepfakes (manipulación de imágenes utilizando inteligencia artificial o aprendizaje automático) y upskirting (tomar imágenes no consentidas por debajo de una falda o vestido).
Todas ellas son formas de violencia digital, las cuales son frecuentes, repetitivas, perpetuas y generalizadas. Las consecuencias de estas violaciones de la privacidad, la dignidad, la autonomía y los derechos de las personas son devastadoras.
Que no quepa la menor duda, incluso cuando esta violencia es cometida en el mundo virtual, el miedo, la ansiedad, la pérdida de autoestima y la sensación de impotencia son muy reales y duraderas.
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— Salman Ahmed Rajput Wed Jul 21 04:39:11 +0000 2021
La misoginia y la violencia digital son una violación generalizada de los derechos humanos, pero las empresas tecnológicas y los responsables políticos dan más valor y protección a los derechos de autor que a los derechos de los seres humanos en Internet.
Quienes infringen los derechos de autor se enfrentan a sanciones legales y a la rápida retirada de contenidos por parte de las plataformas digitales; las personas que sobreviven a la violencia digital, por su parte, se enfrentan a barreras y tienen pocos derechos jurídicos.
Por eso, el UNFPA pone en marcha bodyright, un nuevo copyright para el cuerpo humano. Exige que las imágenes de nuestros cuerpos reciban el mismo respeto y protección en línea que los derechos de autor que se otorgan a la música, a las películas e incluso a los logotipos corporativos.