«Ser infiel hoy resulta muy fácil: tenemos muchos más medios para conectar con otras personas»
mónica dosil, psicóloga
SOLANGE VÁZQUEZ
Los yanquis tienen un dicho para 'justificar' sus canitas al aire y sus desmadres cuando van sin la pareja a la ciudad de los casinos: 'Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas'. Viene a significar que lo que allí ocurre –borracheras, infidelidades, veladas de 'striptease', perder el sueldo en las tragaperras...– no 'existirá' una vez que finalice el viaje. Es una especie de pacto de olvido, una 'absolución' laica y muy aceptada, ya que consideran que en ese ambiente tan lleno de tentaciones es casi imposible mantener la formalidad.
Pues bien, algo así ocurre ahora: 'Lo que pasa en pandemia, se queda en pandemia'. ¿O no? Porque parece ser que la era covid, que va tocando a su fin, ha generado una oleada de actividad sexual –con acompañamiento o no de aditivos románticos– a través de dispositivos móviles y redes sociales... y con terceras personas. «Ha sido tremendo, yo casi abogaría por una 'amnistía general' que abarque el último año y pico de coronavirus», dice medio en serio medio en broma el sexólogo Jesús E. Rodríguez, quien desvela que personas que ya tenían predisposición a la infidelidad han 'caído' en los últimos tiempos y que hasta hombres y mujeres que para nada presentaban ese perfil han hecho sus pinitos.
Un momento. Pero, si no hay contacto físico, ¿se puede hablar de cuernos? «Es muy subjetivo, pero es verdad que las redes sociales y las nuevas tecnologías han hecho que la percepción de lo 'bueno' y lo 'malo' se diluya», indica. Vamos, que seguimos sin respuesta. Y eso que en el último año hay estudios, como uno muy reciente de la app de ligue Adoptauntio.com, donde más de un 70% de los jóvenes de entre 18 y 35 años afirma haber mandado mensajes muy calientes, fotos y vídeos sexuales a personas que no eran su pareja. ¿Huele a cuerno quemado? «A ver, no hay una cosa clara al respecto, depende totalmente de cada pareja, de los límites que hayan definido y del concepto de traición que se tenga», trata de explicar Rodríguez. Ufff, todo un debate filosófico que, en cualquier caso, es mejor no mantener si te han pillado 'in fraganti'.
mónica dosil, psicóloga
lurdes lavado, sexóloga
Según afirma el experto, que dirige el Instituto Murciano de Sexología, con las nuevas tecnologías y las redes se produce un fenómeno digno de estudio: una disociación de la personalidad. Es decir, en el mundo virtual todos creamos un 'avatar', un 'alter ego' que tiene algo de nuestra verdadera personalidad y mucho de lo que queremos ser pero no podemos por vergüenza, responsabilidad o convenciones sociales. Y toneladas de postureo. Algo que en el terreno sexual, donde hay tantos deseos incumplidos y tantas aspiraciones, es muy evidente. «En la sexualidad virtual mostramos rasgos muy distintos a los de nuestra sexualidad real», afirma Rodríguez. Tal y como apunta, ese ser virtual creado para seducir no sólo engancha a la persona que está al otro lado de la pantalla... ¡acaba enganchando a su propio creador! Es lo que Rodríguez llama «doble disociación». ¿Por qué ocurre este fenómeno? Porque la persona que expresa su sexualidad a distancia lo hace con menos inhibiciones, con seguridad y quizá con una picardía que le es imposible mostrar cara a cara. En las distancias cercanas la gente se corta, comete errores, tiene complejos, miedo a 'fallar' o pánico a ser pillado. Y por eso las infidelidades a través de dispositivos móviles son tan fáciles de cometer: por un lado, no requieren encuentros personales –con todo lo que ello implica– y, por otro, la gente se lanza más con la excusa (o no) de que es un simple juego.
«Ser infiel hoy resulta muy fácil: tenemos muchos más medios para conectar con otras personas –WhatsApp, Instagram, Telegram...– y además, a veces nos buscan a nosotros. Y siempre es halagador que alguien que te gusta o que admiras se ponga en contacto contigo... Ahí puede empezar un coqueteo. Pero, ojo, las infidelidades siempre comienzan por algo pequeñito y, sin darnos cuenta, se van haciendo grandes», apunta la psicóloga Mónica Dosil. ¿Y cuándo pasa esto de tonteo a algo más? Para Dosil, hay un medio de saberlo: «Cuando la ilusión de una conexión virtual con alguien supera a la de conectar con la pareja que tienes al lado». Según aconseja, si se ha caído en una infidelidad virtual, hay que tener muy claras dos cosas: «La primera, preguntarnos cuál es nuestro objetivo (atención, sentir, comunicación, sexo...), qué estamos haciendo y para qué –subraya–. Y lo segundo, tener en cuenta que las redes son una selva y que debes aprender sus reglas para sobrevivir». Si no, acabas como el último eslabón de la cadena alimenticia de la fauna infiel.
En el centro Alborabide, la sexóloga Lurdes Lavado también ha apreciado que durante la pandemia los valores relacionados con la fidelidad se han 'relajado': ha habido muchos cuernos inequívocos y otros muchos «que están en la raya». O más allá..., según la interpretación de cada cual. ¿Se han vuelto locas las hormonas debido al estrés pandémico? Para ella, la gente ha querido compensarse –vía móvil, lo más fácil– por las muchas limitaciones sufridas, pero, ante todo, cree que «hemos estado muy necesitados de contactar con otros, de compañía... y hemos buscado en terceras personas algo más que satisfacción sexual».
Un estudio de la Universidad mexicana de Guadalajara sobre la infidelidad en internet, publicado el año pasado, señala algunas complicaciones –a las ya inherentes a una infidelidad– añadidas a esta forma de relación clandestina. Puede haber muchos malentendidos al faltar el cara a cara. Yluego está la frecuencia de los mensajes y los tiempos de respuesta, «que se han vuelto criterios para determinar el amor o el desamor, el interés o el desinterés». Es decir, los implicados se mueven en un mar de dudas. Sin embargo, el informe también señala que los intercambios emocionales, eróticos y sexuales por internet con personas que no son nuestra pareja pueden ser hasta beneficiosos: mejoran la autoestima, nos demuestran que aún somos capaces de dar y recibir, acaban con el aburrimiento, la soledad y la sensación de falta de soporte emocional... Es decir, puede servir como vía de escape válida si nuestra vida sentimental no es perfecta (y ninguna lo es).Sólo que estos 'beneficios' tienen un precio. Y así lo destaca el estudio: ponemos en peligro la relación real.