El restaurante Il Pomodoro en San Pedro de Montes de Oca apagó su horno de pizzas el año pasado. Como decenas de negocios, cerró acorralado por la escasez de comensales en la pandemia. Su fin sobrevino luego de 33 años en los cuales se ganó el corazón de quienes comieron ahí.
Imán de académicos, estudiantes, políticos, actores de cine y futbolistas, sirvió hasta de escenario para rodar series de televisión de Hollywood. Incluso la actriz Julia Roberts y actor Woody Harrelson comieron en esa esquina que olía a pasta fresca y queso.
Este sábado, solo seguía en pie la fachada del local. Sobre una pared externa aún se asoma el dibujo del sonriente tomate de ojos abiertos característico del establecimiento entre letreros de “SE ALQUILA”. Por dentro todo quedó arrasado.
Ahora la previsión es construir ahí un estacionamiento en unos meses, dijo el propietario actual del inmueble quien prefirió no brindar su nombre ante consultas de este diario.
Il Pomodoro ahora perdurará en el recuerdo de una historia que empezó a tejerse en 1987 cuando un inmigrante italiano alquiló en ese punto que luego se transformaría en un santuario gastronómico y en donde palpitó la vida social de la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica (UCR).
La aventura empezó años antes, en 1981, cuando la familia se vino de Italia durante una crisis que enfrió la economía de aquella nación y motivó al clan a buscar del calor al otro lado del mar.
Romano Marchetti Bascherini tenía 42 años cuando llegó a Costa Rica en 1980.
Había dejado a su esposa y a sus dos hijos en su natal Forte dei Marmi frente al Mar de Liguria en la provincia de Lucca. El padre y esposo cruzó primero el Atlántico para preparar la apertura del restaurante Maybo frente al antiguo Higuerón en San Pedro, el cual inauguró en 1981 junto a un socio.
“Maybo tuvo éxito pero mi padre quería algo propio. Il Pomodoro vivió varias etapas. Empezó con unas seis mesas y una ventanita para vender porciones de pizza y se llamaba entonces Examen Final. Siempre alquilamos pero él buscó comprar ahí desde el inicio. Temía quedarse sin local. Por eso construyó un segundo Il Pomodoro cerca de la Escuela Roosevelt”, contó su hijo Stéfano Marchetti Bertolani quien con su hermano Andrea sigue al frente de ese otro local.
Su padre no cocinaba. Él era un inversionista y había estudiado administración. Fue su esposa Anna Bertolani Lupetti quien asumió la dirección culinaria. Su sueño fue crear un sitio de auténtica comida italiana lo cual se reflejó en el menú, al principio abundante en platillos a base de productos del mar como es tradición en el pueblo natal de esta familia.
El matrimonio importó los equipos, las anchoas, la harina y cuanto producto italiano pudo incluidos los tradicionales tomates acostillados de Florencia cuyas latas, hace mas de tres décadas, no se conseguían como ahora. Incluso trajeron cocineros de su pueblo Forte dei Marmi.
“Me vine sin saber español y afronté todo con amor porque fuimos muy felices. Habría seguido a mi esposo hasta la Luna porque era un hombre maravilloso. Fue bellísimo porque los ticos nos aceptaron como costarricenses y los niños se acomodaron bien”, contó Doña Anna aún con un marcado acento italiano. Aclara, por si alguien duda, que ahora se siente más tica que italiana.
El restaurante tuvo tal acogida que, con el tiempo, ampliaron en tres ocasiones el área alquilada para meter más mesas.
“Media Costa Rica pasaba por ahí”, aseguró el hijo quien también citó a los expresidentes Óscar Arias, Rafael Ángel Calderón y José María Figueres entre los visitantes habituales. También ministros, empresarios, docentes y personal administrativo de la UCR y estudiantes cuando quedaba dinero de la semana para darse el gusto.
Doña Anna dijo que había profesores con mesas fijas y siempre les pedían que nunca cerraran porque les encantaba el ambiente entre bohemio y rústico. Al final de su jornada de lecciones, algunos docentes tenían la rutina de refugiarse allí a devorar una pizza cuyas porciones bajaban con una copa de vino.
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“Mi papá conocía a la mitad de la UCR y la gran mayoría de sus amistades nacieron de su vida en el restaurante para el cual vivía y donde siempre estaba”, aseguró el hijo.
Marchetti atendió a Silvia Poll luego de ganarse la medalla de plata en las olimpiadas de Seúl 1988 y a jugadores de la Selección Nacional. Con Hernán Médford, hasta acostumbraba sentarse a conversar de fútbol cuando iba.
Tanta popularidad ganó Il Pomodoro que, en 1995, el actor de origen italiano Bud Spencer filmó allí junto al actor Philip Michael Thomas (de la serie de televisión Miami Vice) tomas su miniserie “We Are Angels”.
Era una escena de pelea y había sillas volando y cosas de utilería rompiéndose, recordó el hijo. Aquella serie tambien incluyó talento nacional como la actriz Thelma Darkins, César Meléndez y hasta Vica Andrade.
“A Romano lo querían mucho, era una persona amable, gentil y de trato suave y fácil. Muchos amigos aún vienen acá al otro restaurante a saludarme a mí porque les recuerdo todo ese tiempo”, recordó Doña Anna.
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En el 2000, Romano y su familia abrieron un segundo Il Pomodoro a 200 metros del original cerca de la Escuela Roosevelt, en San Pedro. Ahora sus hijos Andrea y Stefano se ocupan del negocio.
Sin embargo, el restaurante original no soportó la pandemia. La familia intentó aguantar a inicios del 2020 y lograron resistir un tiempo pero luego el confinamiento de personas se prolongó incluida la clausura de clases presenciales en la UCR.
“Marzo, abril y junio del 2020 era como caminar por un pueblo fantasma por esa zona. Para nosotros fue terrible y muy duro. Además, teníamos a nuestros empleados con jornadas suspendidas y ellos tenían necesidad de salir adelante. Les regalamos canastas de víveres para ayudarse pero, por desgracia, debimos cerrar”, contó Stefano.
Madre e hijo coinciden en que sus recuerdos más entrañables de aquel sitio fueron todas las personas quienes siempre saludaban al esposo y padre. Para ambos resulta impresionante el cariño que despertaba el empresario.
Romano Marchetti Bascherini tenía 79 años cuando falleció en el 2017 por una enfermedad en el hígado.
“Fuimos muy pero muy felices. Cuando dos personas se unen y viven bien juntas, también trabajan bien. Nos apoyábamos mucho uno al otro. Fue una aventura tan grande para mí porque no sabía español y tampoco conocía a nadie. Fue nuestra gran apuesta”, recuerda Doña Anna.
No obstante, algunas discordias ni el tiempo las borra y aún sobrevuelan sobre el clan Marchetti como, por ejemplo, quién puso el nombre.
“Recuerdo que íbamos en el carro los cuatro y mi papá se preguntaba cómo nombrar al restaurante. Alguien dijo que pomodoro pero hasta hoy hay disputa entre nosotros quién fue”, dijo Stéfano.