Seis olas, cinco variantes, tres dosis de la vacuna, tsunami de contagios y cuarentenas que no acaban y enlazan con las de otros miembros de la familia, niños en casa no contagiados, padres deseando contagiarse y pasarlo todos juntos. Tras dos años de pandemia mundial el cansancio no está tanto en el miedo a la gravedad de la enfermedad sino a los aislamientos y a ver que "esto no acaba nunca".
Tristeza, hartazgo, pesadumbre en definitiva un rollo del que todos queremos salir. Un suma y sigue de niños, padres, profesores y cuarentenas que no terminan. Al cansancio acumulado se han sumado las altas cifras de contagios y, por lo tanto, los confinamientos, con las complicaciones de conciliación que eso supone, las numerosas bajas entre docentes, padres e hijos y las dudas surgidas de los cambios de protocolos. No ha ayudado que la pandemia se ha cebado con los más pequeños, de los miles de niños contagiados más de la mitad lo han hecho desde el 10 de enero.
Sara, madre soltera, tiene a sus dos hijos en casa de 6 y 3 años contagiados de covid. El mayor tenía una dosis de la vacuna, la pequeña nada. Y no es la primera vez. En 2020 ya pasaron el virus madre e hija. Y ahora otra vez. "La primera vez fueron 21 días de cuarentena, esta vez son siete, pero sino me contagio ahora y lo hago cuando ellos terminen serán otra vez en casa otros siete días porque en mi caso nadie les puede llevar al colegio si yo estoy contagiada. La persona que me ayuda le he dicho que no venga. Los vecinos me sacan la basura. No puedo dejar a mis hijos solos. Así que sí, estoy deseando contagiarme otra vez pero ya".
"Esta pasado noche la pequeña ha venido llorando a mi cama porque tenía miedo. ¿Qué hago, no la abrazo?, ¿me pongo la mascarilla para dormir con ella?, es una locura". Mientras los niños están en casa ella trabaja como puede. "Es imposible que salga algo bien, ni hago el desayuno, ni trabajo, ni ven la tele, ni hago la comida. Yo solo quiero contagiarme", dice.
Marta, madre de dos hijos de 12 y 10 años, ha estado igual, un hijo contagiado y el otro yendo al colegio. Ellos no lo han cogido. "Ha sido un lío horrible, unos sí, unos no, cada uno comiendo en una habitación. No es miedo al covid es la pesadez del día a día y no ver el final". Alonso, padre de dos niñas de 6 y 12 se contagió hace unos días y sus dos hijas han tenido que hacer vidas separadas. Una está vacunada con la pauta completa y la otra ha tenido que quedarse en casa aislada mientras su madre trabajaba. "Un desatino".
Timanfaya Hernández, psicóloga sanitaria y forense y Vicedecana del Colegio de Psicología de Madrid considera que las personas que mejor sobrellevan esta pandemia son aquellas "que aceptan la incertidumbre, las más adaptables, las que no esperan en exceso, que no se fijan metas difíciles de obtener. Los que peor lo llevan son, en cambio, los más vulnerables y los más sensibles a no poder planificar ni proyectar".
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No teníamos experiencia en pandemias y no sabemos como gestionarlo. "Los cambios diarios y la falta de información nos lleva al desconcierto y genera mayor frustración porque no podemos controlar esta situación. También nos afecta que no hay una norma común, cada sitio tienes sus normas y eso afecta sobre todo a los más vulnerables", señala la psicóloga.
“Esto es un maratón en el que hay que dosificar las fuerzas. Hay gente que puede sobrellevarlo solo con un poco de cansancio y otras personas pues que a lo largo del recorrido van a ir encontrando dificultades y van cayendo en cualquiera de fases. Ya no hay miedo al virus hay un hartazgo muy grande que terminará pasando factura", asegura Hernández que dice que en dos años de pandemia hemos pasado por mucho pero aquí seguimos aguantando y en un maratón gana el que más aguanta no el que más rápido corre.
Explica que el agotamiento o fatiga pandémica es generalizado. No hay nada peor que vivir en una cierta situación de alarma, pero en la que tampoco hay mucho que hacer y en la que las pautas van cambiando continuamente", dice la Vicedecana.
"Siete días encerrados en casa ha sido peor que los tres meses que estuvo toda España. Debe ser que he olvidado lo que fue aquello, pero estos siete días sin casi síntomas y sin poder salir me han desesperado más que entonces. Haciendo malabares para que mi marido se aísle, que los niños hagan los deberes del cole y yo con un dolor de cabeza como nunca había tenido" cuenta Lucía, otra madre contagiada.
"La gente está muy cansada de todo esto. Parecía que nos habíamos acercado a la realidad anterior a la pandemia y volvemos a los contagios, las medidas, las clases confinadas, la preocupación, las cuarentenas... En las familias hay mucho desconcierto. Llevamos casi dos años viviendo así y, aunque todos hemos pasado por distintas fases partiendo del miedo del principio, la sensación más extendida ahora mismo es la de hartazgo por no saber hasta cuándo estaremos así", explica Elena Arderius, directora de Centro de Acompañamiento Integral a la Familia de la Universidad Francisco de Vitoria.
Este hartazgo se junta con la incertidumbre a muchos niveles. Dudas de protocolos, cuarentenas, niños positivos, trabajo y eso genera indefensión y estados de angustia. Llevamos mucha carga emocional yeso hace que estemos llegando a un punto que no podemos más. Arderius, dice además, que es un estrés mantenido en el tiempo y nos lleva a quebrarnos emocionalmente porque parece que no contamos con recursos para sostener esto y muchas veces no nos lo ponen fácil. Parece que lo teníamos controlado pero ahora hemos vuelto a empezar y no podemos acomodarnos porque todo cambia continuamente".
Por eso, Arderius incita a la positividad, es verdad que depende de cada persona, pero hay que tener en cuenta que cada vez la pandemia está más controlada y se puede ver un final relativamente cercano aunque no sepas el momento exacto.
Es lo que le ha pasado a Gabriel, un madrileño de 70 años, lo peor no ha sido pasar el covid, ha tenido congestión y algo de fiebre pero ha estado bien, lo peor ha sido estar en casa solo y sin poder salir. "Es como el día de la marmota, siempre prevenido por si alguien te contagia, sin ver mucho a los amigos y al final lo coges y vuelta a empezar. No acaba nunca esta pesadilla".
Hernández coincide con ella y explica que aunque no hay formulas mágicas que hay que aplicar la coherencia. "No estamos como al principio de la pandemia, tenemos más información y estamos mejor. Otra cosa importante es aprender a gestionarnos emocionalmente, es decir,tenemos que aprender a distinguir si estamos tristes o realmente lo que pasa es que estamos aburridos, si estamos angustiados o irascibles por la situación. Son emociones diferentes. La búsqueda permanente de la felicidad tampoco se corresponde con la realidad, ahora ha venido una pandemia y no tenemos herramientas para gestionarlo.
Otra de las posibles soluciones es asumirlo, aunque no es fácil, dice Arderius. Tenemos que tener predisposición para ser más positivos y no dejarse arrastrar por la negatividad del ambiente. Estamos agotados pero hay que rendirse a la evidencia, no resignarse sino afrontar y aprender a vivir con la incertidumbre. Tenerlo todo controlado no siempre es lo mejor", señala la psicóloga que añade que si te confinan siete días es mejor que un mes, si estás contagiado y te duele la cabeza es mejor que antes que terminabas en el hospital. Saber que podemos hacer algo para mejorar nuestra situación, nos ayuda", concluye.