Carreteras solares, semáforos inteligentes, seguridad vial predictiva... las carreteras inteligentes o smart roads aúnan muchas y dispares tecnologías. Pero ¿cuáles tienen más posibilidades de incorporarse a las vías?
En los últimos tiempos, el calificativo británico smart tiende a devaluarse. Traducido como inteligente, se está aplicando a cualquier nuevo producto o tecnología que irrumpe en el mercado en un intento de encumbrar sus propiedades.
La movilidad no ha sido ajena a la "esmartización". Así, encontramos una marabunta de tecnologías aunadas bajo el término de smart mobility, por no hablar de las smart cities.
Un proyecto de estas características, pero con credibilidad y calado real, lo tenemos en Woven City. La smart city de Toyota es un gran laboratorio urbano donde probar de forma práctica los últimos avances en pos de la sostenibilidad.
Derivadas de las concepciones de smart city y smart mobility se encuentran las smart roads o carreteras inteligentes. ¿En qué consisten?
Una smart road o carretera inteligente consiste en una vía de comunicación de tráfico rodado que ha incorporado una o varias tecnologías punteras bajo el nuevo prisma que ofrecen las concepciones de sostenibilidad, conectividad o eficiencia. Así expresado no suena mal. Lo complejo surge cuando las tecnologías que convierten en inteligente a una carretera o vía pública no terminan de cuajar según las necesidades de movilidad actuales.
En los últimos años se pueden contemplar varios ejemplos de soluciones que no han fraguado y no se espera que lo hagan en un corto plazo. Esto genera cierto descrédito que acaba por erosionar el apelativo smart.
Aun así, resulta injusto tildar de humo todo lo que aglutinan las denominadas smart roads. Muchos entes públicos y privados se están beneficiando de esta tendencia, por ejemplo, con el Internet de las Cosas (IoT) aplicado al mobiliario vial o el Big Data para la gestión del tráfico y la seguridad vial.
De hecho, atraen volumen de negocio que amenaza con influir sobremanera sobre la industria del automóvil. ¿Qué tecnologías de las llamadas inteligentes muestran, a fecha de hoy, un mayor potencial y cuáles encajan más en la categoría de fuegos de artificio?
Esta primera categoría es, quizá, la que presenta más novedades al panorama de la movilidad. Como ocurre en otros sectores sensibles al influjo de las nuevas tecnologías, la vía puede cobrar vida y personificarse para arrojar toda una serie de ventajas.
La industria del automóvil lleva varios años sumergida en lo que hoy conocemos como Internet de las Cosas. Contiene un germen similar al de las Car to Car (V2V) y Car to Infraestructure (V2I), ampliado en siguientes generaciones a Car to People (V2P) y Car to Network (V2N).
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— Royce Mcknight Wed Jul 21 14:21:11 +0000 2021
Toda esta terminología no pretende otra cosa que explorar las posibilidades la conectividad total entre todos los agentes y elementos de la vía. De hecho, han formado parte imprescindible para la consecución de los sistemas ADAS y del futuro de la conducción autónoma.
La introducción de sensores a gran escala permite dibujar un mapa virtual para dilucidar en tiempo real qué sucede en las calles y las carreteras. Ya existen cientos de ejemplos prácticos de lo que son capaces de ofrecer estas aplicaciones que podemos encontrar sin salir de España.
Los vemos entre los servicios de la compañía Asimob, con sede en Bilbao. Su trabajo en favor de la seguridad vial es reseñable gracias a desarrollos que permiten prever malas condiciones en la adherencia de la vía o, incluso, la detección previa de resaltes y baches.
La seguridad vial es una de las prioridades que motiva muchos de los programas que se acumulan ya en medio mundo aprovechando estas características. Gracias a los instrumentos de cómputo masivo de datos, se puede acometer un estudio más eficaz de los puntos negros de las carreteras.
Se trata de tamizar, esta vez con la ayuda de la Inteligencia Artificial y el Big Data, los factores de riesgo y causas derivadas de siniestros y accidentes que se reiteran en determinadas áreas. La meta final es dar con soluciones más eficaces a la hora de prevenir un siniestro.
Podemos beneficiarnos de esta base tecnológica en otros campos. Los semáforos inteligentes (o, de nuevo, smart traffic lights) beben de esta idea. Si los buscamos, los encontramos en Viena dedicados a los peatones.
Los semáforos de la capital austriaca que montan esta solución saben si un peatón va a cruzar o no la vía. Y es que incorporan un software con un algoritmo preparado para leer las intenciones del peatón según sus gestos y movimientos corporales. Además, apoyándose en técnicas de machine learning, el sistema atesora la información para ir mejorando su repuesta.
Los semáforos inteligentes también pueden extenderse, con innovaciones parecidas, al mejor control de los flujos del tráfico. De hecho, ello lleva a pensar a muchos en luchar por la utópica erradicación de los atascos. Nadie sabe hasta qué punto podrán combatirse las retenciones a base de píldoras tecnológicas. Esta asignatura arroja algo más de humo.
Sin embargo, merece la pena explorar hasta qué punto pueden contribuir estas técnicas. Por ejemplo, en la ciudad china de Xi'an alardean de haber hecho el tráfico un 10 % más fluido gracias a ello.
Si el coche autónomo aspira a desembocar en nuestras carreteras, ha de contar con la confianza del contexto seguro que ofrecen las smart roads. Es más, algunos de los obstáculos capitales a los que se enfrenta la conducción autónoma tienen mucho que ver con estos desarrollos.
Hablamos de la elaboración de mapas virtuales que funcionan como raíles digitales por los que pueden moverse los vehículos, o el tránsito de los mismos en condiciones climatológicamente adversas. En relación con esto, las carreteras térmicas, capaces de descongelar hielo y nieve en el pavimento, también han sido elogiadas como "smart"
Una de las ocurrencias más llamativas y que se suele relacionar con las smart roads (en este caso, parece que de una forma algo más forzada) son aquellos materiales que pueden sustituir a la pintura tradicional en las carreteras.
Estos suelen almacenar energía lumínica durante el día para desprenderla durante las horas nocturnas. Es el caso de la Smart Highway desarrollada en Holanda por Studio Roosegaarde y Heijmans Infrastructure.
Dentro de esta categoría encajan todos los esfuerzos por reducir y eliminar el impacto del transporte sobre el medio ambiente e incrementar la eficiencia energética. Esta transición se aplica, como es lógico, a la motorización de los vehículos. Ahora bien, ¿puede la carretera contribuir a potenciar la movilidad alternativa o supone exprimir en exceso la premisa de la sostenibilidad?
Por supuesto, las tecnologías ya mencionadas, sobre todo el Big Data y el IoT, contribuirán a ello. Principalmente aquellas que buscan incrementar la fluidez del tráfico, disminuir los consumos o gestionar la recarga limpia del coche eléctrico.
Otra vez la "inteligencia" para definir aquellas redes de iluminación urbana que están ideadas para gestionar su entrega energética en función de su uso.
Constituye una partida importante. Más del 3 % del consumo de energía eléctrica en el mundo se va en la iluminación de calles y carreteras. Parece sensato explorar lo que puede dar de sí "cerrar el grifo" en los momentos de infrautilización y, de paso, paliar la denominada como contaminación lumínica.
Dada la gran superficie que ocupan las carreteras, ¿pueden aprovecharse para instalar paneles fotovoltaicos que almacenen energía eléctrica?
Este tipo de proyectos cuentan con una viabilidad dudosa. Solar Roadways se encargó de demostrar la complejidad de esta misión en 2016. El proyecto estadounidense naufragó probándose imposible y llevándose consigo varios millones de dólares de donantes y del contribuyente de Estados Unidos.
Más prudentes y modestos parecen la acometida en carriles bicis en Holanda de SolaRoad o el proyecto de Colas en Francia, financiado con dinero público. Esta última carretera solar, con 2.800 metros cuadrados de paneles solares, también ha recibido sus propias críticas.
Otras vías "inteligentes", pero paradójicamente de dudosa viabilidad, son las que posibilitan la recarga de coches eléctricos por inducción. La recarga inalámbrica es un viejo sueño de la movilidad eléctrica. Su potencial utópico ha traído incontables devaneos, tapas de alcantarilla que recargan coches incluidas. La consecución de un "scalextric" fiable posee más enteros gracias al proyecto SmartRoad Gotland en Suecia.
Y, aunque parezca increíble, otros proyectos con más éxito en este ámbito no se valen tanto de fórmulas novedosas con la carga inductiva, sino de tradicionales catenarias. Las prueban en Alemania con los camiones híbridos para reducir las emisiones del sector.
Como se puede comprobar, las smart roads engloban incontables proyectos. Acabamos de repasar solo unos pocos. Lo cierto es que la presunta inteligencia de esas vías va en función de las tecnologías que incorporen. Muchas de ellas se convertirán pronto en aplicaciones obligadas gracias a sus beneficios para la seguridad vial, conectividad y sostenibilidad.
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