La basura tecnológica crece al mismo mismo ritmo que avanza la tecnología. Incluso más rápido. Por esto han surgido, en los últimos años, un sinnúmero de iniciativas que buscan la huella contaminante, ya sea por la reutilización de los equipos, reacondicionamiento y posterior reventa o al solo reciclaje de las partes, entre otras tantas. De hecho, las mismas compañías han buscado hacerse cargo del problema: Samsung y Apple fabrican equipos con piezas de antiguos móviles o incluso sus materiales. A estas iniciativas se han sumado otras netamente sustentables, como Fairphone, que utilizan un 40% de plástico reciclado. Y todo se ha transformado en una bola de nieve que no se detiene.
Según estimaciones, en Chile hay unos 85 millones de celulares sin utilizarse. Sean equipo antiguos, estropeados o que directamente fueron abandonados, permanecen aún en las casas de los usuarios. Y según el más reciente informe Chilenografía, de La Vulca Marketing, un 83% de la población tiene interés en comenzar a reciclar sus aparatos electrónicos, pero solo un 32% lo hace. Sumado a eso, un 61% no sabe cuáles de sus dispositivos pueden reciclarse y un 68% desconoce en qué lugares existen estos servicios. Entendiendo la situación, y mucho más en el contexto actual, hay consenso de que deben implementarse más de estas medidas y promover un mejor futuro para nuestros teléfonos móviles y sus componentes.
Claro Chile y Mallplaza lanzaron hace unos días un proyecto en conjunto, instalando dos máquinas de recepción de celulares antiguos en Mallplaza Egaña y Mallplaza Los Domínicos. A estas sumaron, además, una estación itinerante, que se trasladará por distintos centros comerciales de Santiago. ¿Cuál es la ventaja? Para los usuarios que entreguen sus móviles se les acumularán los denominados “ecopuntos” y que funcionarán como descuentos para distintos espacios comerciales, como peluquerías, entretención o transporte, entre otros. Estos irán entre el 5% y 35% de descuento y durante las próximas semanas unas pantallas irán guiando en el proceso. A diferencia de otras iniciativas, en las que la ciudadanía solamente deposita sus artículos y espera que los retiren, al generar un incentivo se motiva a continuar colaborando, para así reducir la huella tecnológica.
“Estamos comprometidos con el cuidado del medioambiente y buscamos contribuir a la disminución de los residuos que genera la industria tecnológica de la que formamos parte. Por eso, impulsamos instancias que permitan convocar a usuarios para facilitar la disposición final de dispositivos y accesorios tecnológicos. Hoy, además de llevar adelante este proyecto junto a Mallplaza, fomentamos la recolección y reutilización de celulares, potenciamos la venta de equipos seminuevos y donamos computadores reacondicionados, para favorecer la digitalización”, explicó Leonardo Cerda, gerente de Asuntos Corporativos de Claro Chile.
Una de las razones que podría generar ciertas limitaciones es el contenido de los equipos antiguos. Muchas personas, al ser celulares en desuso, mantienen en ellos documentos personales y archivos. Incluso, como algunos pierden los cargadores, a veces los teléfonos quedan guardados, aunque sin carga, como medida de precaución para no perder esos datos, que pueden ser sensibles, laborales, familiares, etc. Lo más recomendado, en ese sentido, es respaldar periódicamente la información en una nube, puesto que de esa manera se podrá acceder al contenido desde cualquier plataforma. Eso sí, si los aparatos son muy antiguos, se puede optar por utilizar una tarjeta micro USB o un cable de transferencia a computador, para así extraer los registros.
Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) no son solo preocupación para la ciudadanía, que busca deshacerse de sus antiguos equipos o hacer más espacio. La preocupación pasa también por parte de las grandes empresas. No solo de las distribuidoras, sino también por el lado de los productores. En algunas ocasiones es tan grande la producción, que las mismas firmas no dan abasto con sus propios desechos.
Por esta misma razón han aparecido iniciativas como la Transformación de Residuos Eléctricos y Electrónicos (TRAEE), de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS). El proyecto prepara a las mismas compañías para que sean capaces de reciclar sus propios desperdicios y ayuden a reducir la huella negativa en el medio ambiente. Además, el ítem tecnológico es uno que ha ido creciendo de forma ininterrumpida y con pasos cada vez más grandes dada la contingencia sanitaria. Evidentemente fue uno de los periodos más importantes para los usuarios en cuanto a adquirir tecnología, sea para entretenimiento, nuevos equipos celulares, electrodomésticos, etc. Y como Chile es el país que produce más desperdicios de este tipo en el continente, la preocupación pasa también por las empresas.
Carlos Soublette, gerente general de la CCS, dice que la inquietud surgió directamente en su Comité de Sostenibilidad y ya el 2017 comenzaron a trabajar en el tema. Hace dos años eso se convirtió en el Acuerdo de Producción Limpia, donde participan unas 19 empresas productoras e importadoras de AEE y que significan el 40% del sector. “En Chile reciclamos poco de lo que producimos con nuestros RAEE y estamos bajo los estándares mundiales”, apuesta el ejecutivo. Además, plantea que en los hogares existen unos cuarenta artículos electrodomésticos o aparatos electrónicos, entre ellos celulares, y con una tasa de reposición muy alta y que todos los años aumenta la cantidad de residuos. “A la gente los celulares les duran un par de años, y en todas las cajas hay cajones con cargadores y celulares, pero todo eso tiene componentes nocivos si es que se van a la basura o llegan al medio ambiente”, desarrolla.
El APL, explica, es un acuerdo donde se van tomando distintas acciones y donde generalmente el producto final es mucho información y conocimiento al respecto sobre cómo debieran manejarse los RAEE. Se hacen pilotajes de reciclaje, entre otras cosas. La Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) establece fechas para que el sistema esté operando, y este implica que haya una entidad que se haga cargo de un porcentaje de reciclaje de los productos de forma completa. Se establece, además, que las empresas deben asociadamente o individualmente, formar una corporación que se dedique al reciclaje y demuestre el buen manejo de los residuos. El TRAEE es resultado de esto y el próximo paso es que los miembros del APL se asocien y formen una entidad propia.
“Uno debe verificar que los términos de fida sean los adecuados... Eso quiere decir, que se saquen material primas de estos equipos, que lo que no se pueda recuperar se disponga de una manera ambientalmente correcta, etc. Y en nuestro caso, esto termina con información que nos dice cómo debiera manejarse esto hacia adelante”, explica. “Esto es lo correcto, lo que hay que hacer y es hacia donde vamos”, dice.
También incluyeron una serie de aristas vinculadas a la ciudadanía. Primero con la realización de un manual y un programa educativo -porque las nuevas generaciones son parte importante-, pero también con la instalación de puntos de recolección de este tipo de artículos y con retiros a domicilio. Lo que están haciendo otras empresas, así como la alianza de Mallplaza con Claro, puede ser un buen ejemplo. Y recuerda uno de otro sector. “Hay algunas empresas que, como condición para venderte nuevos neumáticos, te exigen los antiguos e incluso se entregan incentivos como descuentos en caso de entregarlos”, apunta.
Un poco más cerca de la ciudadanía recaen otras responsabilidades. Formar a las nuevas generaciones es parte fundamental también de los desafíos del futuro. No solo porque se les entregue herramientas y enseñen otras habilidades, pero capacitarlos en cuanto a educación medioambiental y RAEE, puede incluso cambiar el devenir de los próximos años, mucho más en el contexto global en que nos encontramos.
La Fundación Chilenter, fundada en 2002, busca reducir la brecha digital en Chile, mezclando dos aristas. El eje medioambiental es parte coyuntural de su misión, como lo es también la incorporación y apropiación de tecnologías para la educación y emprendimiento en comunidades en la periferia tecnológica. Y desde 2009 han procesado más de 2.500 toneladas de RAEE, entre ellos celulares. Incluso en 2016 enviaron unos 420 kilos de teléfonos móviles a Japón, para que así pudiesen ser reciclados.
Su principal foco es reacondicionar computadores y equipos para poder entregarlos a establecimientos educacionales o comunidades, pero de todas maneras los teléfonos móviles no se pierden de vista. Según comentan desde la organización sin fines de lucro, siguen acopiando celulares, para poder así enviar al extranjero. Gonzalo Lagos, director ejecutivo de la fundación, recuerda que en 2018 realizaron una exportación de once toneladas de residuos electrónicos a Japón, en que 9.705 kilogramos eran solo teléfonos celulares. “Como creemos y practicamos la economía circular, el destino final de este equipo fue una planta donde se extrajeron metales preciosos como oro, plata, cobre y paladio mediante procesos de fundición especial”, afirma. Con estas, se construyeron medallas recicladas que fueron entregadas a los atletas ganadores en las olimpiadas de Tokio 2020.
El trabajo con celulares, dice Lagos, se orienta directamente a su área de reciclaje. Ahí deben sacarles la pila o batería, que de por sí es un residuo peligroso, y luego se encargan de acumular una cantidad importante para poder así exportar. “Primero hay que entender que cuando estos celulares cumplen su vida útil pasan de ser un componente activo a convertirse en residuo, pero no necesariamente basura. Y es un residuo porque pueden aprovecharse sus componentes en procesos de reacondicionamiento (en algunos casos) o reciclaje”, apunta. Explica que si un equipo es tirado a la basura, por ejemplo, sus circuitos y batería pueden generar líquidos lixiviados y que son tan dañinos a nivel medioambiental. Y añade datos de una investigación de la Universidad de Surrey, en Inglaterra: una sola batería de celular puede contaminar hasta 600 mil litros de agua y cada aparato tiene más de cuarenta agentes tóxicos como arsénico o cadmio.
Eso sí, advierte que de cada placa o circuito se pueden extraer metales preciosos. De una tonelada de placas de celulares, por ejemplo, se pueden sacar unos 115,5 kilos de cobre, unos 213,5 de oro, 81,9 de plata y 9,5 de paladio. “Lamentablemente ni en Chile o Latinoamérica existen procesos de economía circular para la recuperación de estos metales, y actualmente hay empresas consolidadas que son pioneras en estos procesos en países como Corea y Japón”, señala, y ejemplifica con la confección de las más de cinco mil medallas de Tokio 2020.
En la fundación tienen una serie de talleres, pero consideran que es esencial impulsar este tipo de iniciativas. E incluso sus mismos alumnos desconocen que los equipos móviles pueden tener una segunda vida. “Aquí los estudiantes pueden observar cada uno de los procesos por los que pasan los electrónicos computacionales, ya sea en su reacondicionamiento o reciclaje, hasta que llega a un destino final seguro. Y hablar de celulares es un tema, porque se tiende a guardar una gran cantidad de equipos por parte de los participantes del taller. A veces no entienden que se pueden aprovechar cada una de sus partes y piezas, pero al salir se van con una visión mucho más amplia”, cierra.
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