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En un marco de cifras preocupantes de contagios y muertes por covid-19, la situación se complica para miles de trabajadoras y trabajadores que se contagian o son contactos estrechos y deben afrontar la prepotencia de patrones y gerentes que, aprovechando las flexibilizaciones decretadas por el Gobierno nacional en términos de aislamientos y licencias, presionan para que no se deje de “producir” a toda costa.
Esa situación se ve claramente en fábricas y empresas privadas de todo el país. La Izquierda Diario viene dando cuenta de ello a través de múltiples denuncias que llegan día a día a la redacción. Pero las dependencias públicas no son excepción.
Una fuerte denuncia llegó a este diario en las últimas horas de parte de trabajadoras y trabajadores de La Plata, dependientes del Organismo Provincial de Niñez y Adolescencia del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad. Si bien en este caso relatan lo que está pasando en el Complejo Villa Nueva Esperanza de la localidad de Abasto (ubicado en 520 y 226), aseguran que la situación es semejante a la de otras dependencias bonaerenses.
Vale decir que en el complejo de Abasto se aloja casi la mitad de los jóvenes judicializados de toda la provincia, lo que demuestra su trascendencia. Allí funcionan los institutos cerrados El Castillito, Almafuerte, Gregorio Aráoz Alfaro I, Carlos Ibarra, Pellegrini, COPA, Eva Perón y Legarra (los ocho para mayores de 16 años). Además se emplezan dos centros de recepción de jóvenes, el Abasto y el Eva Perón, y el Centro de Contención Agustín Gambier (de régimen abierto para menores de 16 años aunque funciona dentro del predio alambrado y custodiado por la Policía).
Según la denuncia recibida, en las últimas semanas decenas de asistentes de menores y personal administrativo de los institutos vienen padeciendo innumerables trabas para obtener licencias médicas por casos de covid-19 y hasta reciben el hostigamiento de sus jefes, quienes presionan para que no se ausenten de sus puestos o, tras cumplir el aislamiento legal, regresen cuanto antes sin importarles su estado de salud.
Alberto, Ana y Alejandra trabajan en tres de los institutos del Complejo Villa Nueva Esperanza. La primera definición en la que coinciden es que en sus lugares de trabajo desde hace mucho tiempo “se ve el destrato y la falta de humanidad de las autoridades para con las compañeras y compañeros que son covid positivos o contactos estrechos”. Algo que, afirman, se viene dando desde mucho antes de que cambiaran las pautas oficiales de aislamiento.
La actitud del gobierno de Axel Kicillof y su ministro de Desarrollo de la Comunidad Andrés “el Cuervo” Larroque para con el personal se traduce en complicaciones administrativas y laborales para quienes sufren el coronavirus, pese a estar en casi todos los casos con los esquemas de vacunación completos.
Quienes trabajan en el complejo se enfrentan, por un lado, a las exigencias de la Dirección de Personal del Gobierno bonaerense, algunas contradictorias y otras imposibles de cumplir; y por otro lado enfrentan los aprietes y el destrato de directores y jefes.
Uno de los problemas más extendidos es la titánica tarea de conseguir una carpeta médica si se contrajo covid-19 o si, por ser contacto estrecho y tener síntomas, se necesita transitar un período de aislamiento.
Cuando alguien tiene síntomas o sabe que es contacto estrecho de alguien que tiene coronavirus, debe ingresar al Siape (portal de la Dirección de Personal al que la gestión del Frente de Todos llama de “capital humano”). Allí, con una clave personal, cada empleada o empleado tramita, entre otras cosas, las licencias médicas.
Lo primero que pide el Siape a quien quiere solicitar una licencia es que suba a la página un certificado del SISA, el Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino del Ministerio de Salud nacional. En este punto, Ana cuenta que “el SISA tarda muchísimo en enviarte ese certificado, cuando tenés la suerte de que te lo manden (porque hay gente que no lo recibe nunca aún reclamándolo por mail). Y al no tener ese certificado te deniegan la carpeta. Incluso teniendo la comprobación de la aplicación Mi Argentina de que sos covid positivo. Así pasan los días, terminás el período de aislamiento y nunca conseguís la licencia médica”.
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En el caso de licencias por covid-19, el Siape pide que se carguen los datos de un certificado médico que constate el contagio. Pero en la mayoría de los casos ese certificado no existe, ya que en las postas sanitarias públicas donde la gente va a hisoparse no se expide certificado alguno.
Alberto cuenta que, al ver que esa traba se repetía en varios casos, empezaron a averiguar por todos lados cómo resolverlo. “Al final logramos saber que, si no tenés certificado, en el casillero donde debería ir la matrícula del médico firmante podés poner el código 653665 y te habilita. Pero es un código que parece secreto, ningún compañero lo conoce”.
El trabajador agrega: “de todos modos, si lograste hacerlo, inmediatamente te piden que subas la foto del certificado que no tenés. Y tiene que ser foto, no puede ser pdf ni otro tipo de documento. Además es imposible hacer todo el trámite por celular, sí o sí tenés que hacerlo desde una computadora. Si no estás práctico en el tema digital, son todas complicaciones”.
Sobre este punto, Alejandra dice que quien se testea en los lugares puestos por el Estado, “lo único que pueden hacer es sacar una foto al papel que le dan donde dice ‘positivo’ y subirlo al Siape. Pero hoy hay mucha gente que tiene síntomas o es contacto estrecho y directamente le dicen que se aisle sin hisoparse. Ahí ni siquiera tenés el papel del hisopado para presentar”.
“Hay compañeras y compañeros que mandaron los certificados que les da la aplicación Mi Argentina, donde figuran como covid positivos, pero les siguen pidiendo el certificado SISA y terminan con la licencia denegada. Entonces los directivos les dicen que no vayan a trabajar y que después, cuando consigan el certificado, lo manden a Personal y ahí se abre un expediente vía el Gdeba (portal de Gestión Documental Electrónica Buenos Aires, NdR) . Al final, lo que debería ser algo automático se transforma en complicaciones para personas que la están pasando mal”, dice indignada Alejandra.
Ana suma que en los últimos días les informaron “que si no conseguís en tiempo y forma la carpeta médica, cuando finalmente consigas los certificados envíes todo a la Dirección de Personal para que se inicie un expediente vía el Gdeba. Eso agrega más angustia. La gente no está mintiendo, la está pasando mal, debería tener una licencia automática”.
No conseguir la licencia médica en tiempo y forma implica en muchos casos perder parte del salario por “ausentismo”. Es decir que hay trabajadoras y trabajadores que no sólo la están pasando mal con su salud sino que, al no contar con una certificación legal para obtener la carpeta, terminan sufriendo un nuevo ataque a sus bolsillos.
Alberto dice que “en el caso de los contactos estrechos, si decís que sos familiar de alguien con covid positivo tenés que mandar algo que certifique el vínculo, como una partida de nacimiento o una libreta de casamiento. Encima que la gente está con su familia enferma la obligan a hacer ese tramiterío. Y por si fuera poco te piden que mandes una nota a mano, de puño y letra, pidiendo que se te reconozcan los días de ausencia. El mismo Estado que te dice que te aisles te exige que le pidas que no te recorte el salario por faltar a tu puesto”.
El cuadro se hace más complicado si se tiene en cuenta la propia situación laboral de quienes trabajan en los institutos de menores bonaerenses. Alberto dice que “hay compañeras y compañeros que hacen guardias 24 horas en un instituto y al otro día se van a hacer horas extras a otro para poder llegar a fin de mes. Llegan a estar tres o cuatro días seguidos adentro de los institutos. En esas condiciones es que un montón se contagiaron. Hay guardias enteras contagiadas. Y lamentablemente muchos necesitan la plata y se ven obligados a ir igual, porque saben todo lo que se les viene si faltan. Si tienen tos o algún otro síntoma lo disimulan y van igual a trabajar”, grafica.
Además de las complicaciones burocráticas para obtener licencias médicas, quienes se ven afectados por el covid-19 también padecen la indiferencia y prepotencia de sus directivos. Por un lado, no buscan la forma de resolver los problemas de las carpetas médicas. Por el otro, llevan adelante una verdadera campaña de aprietes para que se ausente la menor cantidad posible de personal.
A una compañera de Ana “le dieron siete días de licencia, pero nunca se le hizo un seguimiento médico. Ella se hizo un test en un laboratorio privado y logró que el SISA le mandara el certificado, pero pasaron los siete días y se siguió sintiendo muy mal, sin fuerzas y con dolor de cabeza. Los jefes empezaron a apurarla, diciéndole que tenía que volver a trabajar sí o sí. Tuvo que pedir un turno aparte para un médico clínico así constataba su estado. Encima le costó conseguir ese turno porque le decían que hasta que no tuviera el alta de covid no podían atenderla”.
Alejandra suma lo que ella viene viendo. “Hay compañeras y compañeros que la siguen pasando mal aún pasados los días de aislamiento. Es cierto que hay quienes la pasan sin complicaciones, pero hay mucha gente que sufre bastante, aún teniendo dos o tres dosis de la vacuna. Y no hay ningún seguimiento médico de parte de las autoridades. Ni hablar de algún tipo de contención psicológica. La gente queda a la deriva, sumado a la preocupación de que no les reconozcan los días de licencia. Es todo muy angustiante”.
Por su parte Alberto recuerda que “antes se podía gestionar la licencia por covid a través de la ART. Ahora ya no, salvo en el caso del personal de salud. Pero las y los asistentes de menores siempre fueron personal esencial, nunca dejaron de trabajar, nunca dejaron de atender a los pibes. Sin embargo nunca se los consideró, ni para la vacunación ni para nada. Ni siquiera cobraron el bono, como sí pasó en otros ministerios. Las y los asistentes estuvieron toda la pandemia trabajando y muchos se han contagiado en los mismos institutos”.
En esas condiciones laborales, los aprietes de los jefes generan temor. “Una de las compañeras entró hace poco a trabajar en planta permanente, hasta entonces era monotributista y facturaba, como les pasa a muchos. Ella y sus compañeros que están en la misma situación viven con miedo de hablar o plantarse ante los directivos, lo cual se justifica. Acá la Policía hasta llegó a revisarnos los baúles de los autos para entrar y salir del complejo”, denuncia Ana.
Alejandra cierra con una definición contundente. “Los directivos se lavan las manos, sólo si tenés bastante antigüedad y te conocen de hace años te llegan a decir ‘tomate los días que necesites y te pasamos el presente’. Pero muchos son de la gestión nueva, jóvenes que no tienen más de seis o siete años de antigüedad y que para no ponerse en contra de los de arriba hacen todo lo que les ordenan. Es gente que no se la juega por nada”.
Los nombres de las trabajadoras y el trabajador que dieron testimonio fueron cambiados para preservar su integridad laboral
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