También parecen sacadas de un cuento fantástico las empresas que compran oro a personas fallecidas, las que tienen como proveedores a mineros inexistentes, las comercializadoras que aparecen y desaparecen de la noche a la mañana o las que al poco tiempo de creadas suman un incremento en sus activos y patrimonios de hasta un 27.500%.
En medio de este panorama plagado de informalidad y dudas se mueve el comercio nacional e internacional de oro en Colombia que, como parte del renglón minero, representa la prenda más valiosa para la economía nacional, después del sector agrícola. Solo en 2020 aportó el 2,5% de todo el Producto Interno Bruto nacional.
Lo que leerán a continuación es el resultado de cuatro meses de una investigación que nos llevó por las ciudades de Bogotá, Cúcuta, Cali, Los Patios (Norte de Santander) y Buga (Valle) para evidenciar la falta de transparencia en el comercio nacional e internacional de oro en Colombia. Un trabajo exhaustivo en el que se revisaron y analizaron más de diez mil archivos contenidos en bases de datos del Gobierno Nacional, del portal de comercio internacional Panjiva, registros de la Agencia Nacional de Minería y datos de Comtrade (en el que Naciones Unidas registra la información del intercambio comercial en el mundo) para descubrir las artimañas con las que varias comercializadoras internacionales legalizan y exportan oro obtenido de manera ilegal.