En un tiempo no tan lejano en el que las vacunas contra el coronavirus escaseaban en España, la de Janssen, de una sola dosis, prometía ser la panacea para acelerar hacia el objetivo del 70% de la población con pauta completa en verano. Pero los problemas en su fabricación y los infrecuentes efectos secundarios que provoca el medicamento la dejaron restringida a una pequeña parte de la población: solo dos de los 37,2 millones de personas vacunadas se han inoculado este suero. Entre ellos, la campaña seleccionó a temporeros, personas sin hogar y otros colectivos vulnerables de difícil acceso precisamente por requerir solo un pinchazo. Ahora que el Ministerio de Sanidad ha pautado para ellos una segunda dosis para reforzar la inmunidad, las comunidades autónomas tienen la tarea de volver a localizarlos.
Están poniendo en marcha las mismas redes para captarlos y comenzar a revacunarlos a partir del 15 de noviembre, a través de los censos que hicieron para el primer pinchazo, o de ONG y asociaciones que tienen acceso a estos colectivos. Pero no siempre es fácil, ya que se trata de personas sin vivienda o, en el caso de los temporeros, muchos inmigrantes, a menudo sin papeles, que van moviéndose de forma itinerante allá donde haya campañas.
El grueso de los que se vacunaron con Janssen, no obstante, no responde a estas características. La mayoría fueron personas a las que les tocó en suerte este fármaco, igual que les podría haber correspondido cualquier otro. Aunque al principio de la vacunación se comenzó a pinchar a algunos septuagenarios, fue un número mínimo. Cuando aparecieron los efectos secundarios en las vacunas de virus atenuado (Janssen y AstraZeneca), se restringió a quienes tuvieran entre 40 y 70 años: en mayores, las autoridades sanitarias decidieron inyectar solo ARN mensajero (Pfizer y Moderna) por su mayor efectividad, y en personas más jóvenes se descartó por ser las que presentaban más reacciones graves.
Se hizo una excepción para menores de esta edad en personas que se preveía difíciles de localizar, entre las que además de los antes citados también se incluyeron cooperantes, marinos, estudiantes de Erasmus y, por la premura de la Eurocopa, los jugadores de la selección española de fútbol. No todas las comunidades facilitan el número de individuos vulnerables a los que deben captar para la segunda dosis. La Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar calcula que unos 33.000 ciudadanos están en esta situación, aunque es un documento de 2015 y las organizaciones del sector estiman que el número es considerablemente mayor y que puede estar más bien en torno a 40.000. Por otro lado, el sector agrario ocupa aproximadamente a 300.000 asalariados temporales, de los que en torno a la mitad son extranjeros, según el Ministerio de Agricultura. En definitiva, las comunidades tienen que localizar a decenas de miles de personas para esa dosis de refuerzo.
Manuel Sánchez, presidente de la Mesa del Tercer Sector de Andalucía, que agrupa a una decena de ONG, explica que la primera dosis “fue complicada”. “Pero salimos satisfechos porque había que mentalizar a la gente, que se creía que la covid era un cuento y no era real. Había desconocimiento e incredulidad en colectivos religiosos que niegan la pandemia. Son muchas personas, desperdigadas y algunas inalcanzables a las que nuestros técnicos tuvieron que mentalizar”, relata.
Cruz Roja Lleida fue este verano el interlocutor del Departamento de Salud de la Generalitat para vacunar a los miles de temporeros que vivieron en asentamientos en la comarca del Segrià. Una portavoz de la entidad asegura que nadie se ha puesto en contacto con ellos para la segunda dosis, pero admite que “es misión imposible”. “Este verano identificaron a las personas que vacunaron incluso en los propios asentamientos, pero son trabajadores que se mueven por todo el país en campañas de sur a norte y ahora serán muy complicados de detectar”, lamenta.
En Lleida fueron vacunados este verano 10.500 trabajadores del sector agrario, no todos eran temporeros. En la provincia se inyectaron 18.000 dosis de Janssen y, teniendo en cuenta que se necesitaron más de 23.000 temporeros, casi todas fueron destinadas a este colectivo. La delegación del departamento de Salud en Lleida ha informado este viernes a EL PAÍS de que todavía no ha recibido las directrices y protocolos para intentar contactar con las personas ya inoculadas con una primera dosis, que ahora necesitan una segunda, y son difíciles de contactar, cuya cifra es desconocida.
How to Do Computer Maintenance and Reduce Computer Problems http://t.co/7S233i99Wy
— success4hannah Thu Jan 09 06:14:46 +0000 2014
Estas dificultades en Cataluña contrastan con las declaraciones de la consejera de Sanidad de Aragón, Sira Repollés que recoge la Cadena SER: “En principio, no prevemos que tengamos ningún problema especial. Tenemos un censo perfectamente delimitado de las personas a las que se ha inoculado la vacuna de Janssen y, sea por el proceso de autocita o por el llamamiento activo, según consideremos oportuno, procederemos a la vacunación sin ningún tipo de problemas”.
Los temporeros fueron un sector que se veía con gran preocupación, ya que sus precarias condiciones de vida fueron uno de los detonantes de la segunda ola que comenzó en verano de 2020. Las circunstancias ahora son muy distintas. La decisión de inocular una segunda dosis ha venido propiciada porque se ha comprobado que la vacuna de Janssen protege menos que las de ARN mensajero y que, con una dosis extra de estas (Moderna o Pfizer), puede subir considerablemente la protección.
Pero los niveles de protección que mantienen quienes recibieron Janssen siguen siendo muy altos. Un estudio de Sanidad muestra que la efectividad frente a la hospitalización se sitúa entre el 86% de Janssen y el 98% del ciclo vacunal completo con Moderna o la llamada pauta heteróloga de AstraZeneca con otra dosis de las vacunas de ARN mensajero. La diferencia es mayor para la infección sintomática: 64% de Janssen frente al 90% de AstraZeneca y segunda dosis de Pfizer o Moderna, que es la inmunidad que se pretende que alcancen ahora los vacunados con Janssen.
Los inmigrantes son por lo general personas jóvenes que ya de por sí tenían un riesgo muy bajo de enfermar gravemente por covid. Incluso en el caso de que no sean localizados para una segunda vacuna, el riesgo para su salud es mínimo. Es algo mayor para las personas sin hogar, que sufren unas condiciones de vida muy precarias que acortan su esperanza de vida entre 20 y 30 años.
Gonzalo Caro, de la ONG Hogar Sí, incide en que la falta de un techo bajo el que vivir no solo merma el derecho de la vivienda, también el de la salud. “Va a ser complicado localizar a muchas de estas personas. Algunas estaban en albergues, donde no viven de forma permanente. Otras están en la calle y aunque hay organizaciones que tienen sus circuitos, no son infalibles”, señala.
A la hora de volver a vacunar a todas las personas sin hogar que sea posible, aunque no haya censos, lo peor que podría pasar es que aquellas que no han recibido ninguna vacuna se llevasen su primera dosis, mientras que las que sí recibieron Janssen completen la pauta. “Pero el carecer de un hogar hace imposible el seguimiento de la salud de estas personas, de las que el 20% carece de tarjeta sanitaria”, concluye Caro.
Ferran Busquets, director de la Fundación Arrels de ayuda a las personas sin hogar en Barcelona, aseguraba este viernes a EL PAÍS que, pese a haber preguntado a Salud por la segunda dosis de Janssen, no ha recibido ninguna respuesta. “En Barcelona duermen cerca de 1.100 personas al raso. En nuestra entidad se vacunaron 62 personas gracias a que los sanitarios del ambulatorio de Drassanes se trasladaron a nuestro centro de día. El problema que va a haber con la segunda dosis constata que, de nuevo, los sin techo parecen ciudadanos de segunda a los que les cuesta tener acceso a derechos básicos como la salud”.