Tratar de no estallar, de controlarte hasta niveles insospechados, sobre todo ante determinados contextos (la familia, los hijos, el trabajo…).
Hace unas semanas un paciente me preguntaba que cómo hacíamos los psicólogos y psiquiatras para sobrellevar estos tiempos pandémico-unidos, por supuesto, a la vorágine del día a día.
Mi respuesta fue contundente: «Ni psicólogos ni psiquiatras venimos de marte, somos personas como tú».
Es cierto, tenemos unas herramientas que probablemente tu aún no tengas, por eso estás aquí, pero a pesar de que nos cuidamos, también tenemos dificultades.
Tengo que confesar que cuando alguien me dice: ¡No, no puedes tener dificultades, eres psicóloga! me gusta tanto como cuando me dicen: ¿Eres psicóloga? ¿Me estás leyendo la mente? Me hace gracia, pero de momento, y espero nunca poder leer mentes, adivina no soy y de marte tampoco vengo.
Si me estás leyendo y eres psicólogo o psiquiatra entenderás a la perfección de lo que hablo.
A veces, y no por voluntad propia explotas, tu cuerpo simplemente te obliga a hacer ese parón, ese parón que justo tu cabeza se niega a afrontar.
A veces, es mejor gritar que aguantar callando.
El silencio, dependiendo de cómo se gestione puede ser un arma de doble filo.
No es malo no estar bien, callarlo sí lo es.
Todas las personas tenemos momentos malos, son necesarios, muchas veces nos ayudan a crecer, al mismo tiempo que aprendemos a valorar los buenos momentos de la vida, que también los hay, y a veces tenemos la suerte de que son muchos.
Esta pandemia ya se nos hace larga a todos, la buena noticia es que no durará para siempre.
Es inevitable que haya momentos malos y te cueste tirar del carro, tirar siempre es agotador. Pero si te atreves a compartirlos, la liberación que sentirás, ese alivio y tranquilidad, aunque no te vayan a solucionar tus problemas, sí que tu mente y cuerpo te lo agradecerán.
Una de las cosas que creo importantes en la vida es que no debemos confundir felicidad con la facilidad. Mirar a tus demonios a la cara es el primer paso para reconciliarte con ellos.
Como decía antes, ni psicólogos ni psiquiatras venimos de marte, nosotros también lloramos y cuando lo hacemos también pedimos ayuda.
El humor es terapéutico, a mí me ayuda a desdramatizar y a cambiar el foco y tomar distancia, desde la distancia todo se ve más claro y podemos adoptar soluciones más eficaces.
Si no te ocupas de tus dificultades tarde o temprano saldrán por algún lado.
Rodearnos de personas que nos aporten serenidad, equilibrio a nuestras vidas, personas frescas, esa es la clave.
Ese refrán de quién huye ante el miedo cae en la franja no le quito razón.
Con esto simplemente te quiero recordar que todos tenemos miedos, situaciones estresantes que nos pueden llegar a crear inseguridad pero que todos somos capaces de superarlas y si no te ves con fuerzas ahora mismo, no hay cosa más valiente que pedir ayuda.
No siempre tiene que ser un profesional, quizás sea lo más recomendable, pero tú familiar, tu amigo, esa persona de confianza, no te calles y pide ayuda.