Diariamente, determinados medios nos bombardean con la idea de que hay que beber entre 2 y 3 litros de agua al día, asumiendo que una persona “normal” no ingiere suficiente líquido como para que su organismo funcione correctamente. El problema es que esta afirmación puede dar lugar a error, al interpretarse que dicha cantidad no incluye el agua presente en alimentos como frutas y verduras.
En el contexto de la moda de no separarse de la botella de agua en ningún momento del día, he querido analizar una potencial consecuencia que la mayoría desconoce: ¿qué ocurre si bebemos más agua de la que deberíamos? ¿Cuáles son los síntomas de una sobrehidratación en el cuerpo humano? ¿Es posible ‘envenenarse’ por un exceso de agua?
En condiciones normales, una persona sana a la que el hipotálamo (región del cerebro donde está el centro que controla la sed), los riñones y el corazón le funcionan sin problemas puede beber, aunque no sea lo más recomendable, hasta 7 litros de agua al día con un máximo de 1,5 litros por hora.
Al superar estas cantidades se produciría la intoxicación por agua. En este proceso, los riñones se sobrecargan de trabajo y las células se hinchan de forma transitoria. En el cerebro, el hinchamiento provoca una presión contra el cráneo, y por eso una de las primeras señales es el dolor de cabeza. Otros síntomas que acompañan a este proceso son los calambres musculares y cansancio a consecuencia de la disolución de sodio y potasio en la sangre, las náuseas, la hinchazón o acumulación de líquidos en la zona inferior de las piernas, hiponatremia (baja concentración de sodio en la sangre, la cual afecta seriamente al funcionamiento del cerebro), insuficiencia cardíaca congestiva (la falta de potasio puede modificar el ritmo del músculo cardíaco), somnolencia profunda y prolongada, alucinaciones, convulsiones y parálisis parcial o completa. En los casos más severos, puede derivar en el coma o la muerte.
Sin embargo, el cuerpo tiene mecanismos de defensa anteriores a intoxicación hídrica. El cerebro, por ejemplo, reacciona a la ingesta excesiva de agua activando mecanismos de defensa como la inhibición del acto de la deglución. Es decir, que se “cierra la garganta” haciendo que tragar resulte costoso, tal como comprobó este estudio de la Universidad de Monash.Publicidad
Asimismo, dependiendo de la velocidad a la que se ingiera el agua, las neuronas (particularmente sensibles a la hiperhidratación) son capaces de adaptarse. Sería el caso de una ingesta gradual o moderada. Por el contrario, a mayor velocidad aumenta la probabilidad de que aparezcan los síntomas anteriormente mencionados.
Aunque todos estos procesos se dan en situaciones extremas, beber demasiada agua sin llegar a la sobrehidratación es perjudicial en una persona sana, en especial si no se reemplazan las sales minerales que se pierden con la eliminación de líquido.
Finalmente, la intoxicación hídrica puede tener otras causas no relacionadas con el exceso de agua sino con problemas de funcionamiento de los riñones, como en presencia de cardiopatías, nefropatías o hepatopatías, o en los bebés prematuros cuyos riñones aún no han madurado. También puede ser el resultado del síndrome de secreción inapropiada de la hormona antidiurética, en el cual la hipófisis secreta demasiada vasopresina (también denominada hormona antidiurética), lo que estimula a los riñones para que retengan agua sin que sea necesario.
El principal grupo de población que se enfrenta a este riesgo de intoxicación por agua es el de los deportistas de élite, o personas que realizan ejercicio durante más de 4 horas al día en lo que se conoce como 'hiponatremia asociada al ejercicio'.
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— Amanda Robertson Mon Dec 16 17:34:47 +0000 2019
Uno de los ejemplos “clásicos” es el de los maratonianos, que suelen ingerir grandes cantidades de agua en el momento previo a correr una maratón. Este exceso provoca con la sudoración una sobreeliminación de sales minerales con el consecuente desequilibrio hidroelectrolítico y el riesgo de sobrehidratación.
También existe un trastorno psicológico llamado potomanía o polidipsia psicogénica, que es el deseo impulsivo de beber grandes cantidades de líquidos y que puede derivar en una hiperhidratación.
El primer paso para detener el proceso es restringir la ingesta de líquidos. Reducir el consumo de agua hasta 1 litro diario suele mejorar la condición del afectado en pocos días.
Cuando la hiperhidratación aparece con un volumen de sangre excesivo debido a una cardiopatía, nefropatía o hepatopatía, restringir la ingesta de sodio también es beneficioso, ya que éste estimula al organismo para que retenga agua.
El uso de diuréticos y otros fármacos sería una medida médica de mayor calado, pero la principal acción tendría que ir encaminada hacia la reposición de los minerales perdidos con el exceso de agua.
No es demasiado frecuente encontrar casos conocidos de sobrehidratación, a excepción de algunos maratonianos y casos directamente relacionados con apuestas o juegos inconscientes. Sería por ejemplo el caso de Jennifer Strange, una mujer de Sacramento que murió a causa de hiperhidratación después de tomar parte en un concurso "Hold Your Wee for a Wii" ("aguanta tu pis por una Wii").
Otro caso real es el de la novatada que sufrió Matthew Carrington en la California State University, en la que 4 miembros de Chi Tau House le forzaron a beber excesivas cantidades de agua mientras ejecutaba ejercicios calisténicos en un sótano extremadamente frío. Carrington se colapsó y murió por hiperhidratación.
En cuanto a deportistas, es célebre el suceso de la Maratón de Boston de 2002, en el que Cynthia Lucero perdió la vida por el exceso de hidratación. En 1999, durante un entrenamiento de la US Air Force, Michel J. Schindler murió después de pasar dos días en estado grave debido a una hiperhidratación que sufrió al someterse a una caminata de más de 9 kilómetros. También el atleta neozelandés Craig Barret sufrió un colapso debido al exceso de agua en los últimos kilómetros de la carrera de 50 km en los Commonwealth Games de 1998, aunque por suerte fue atendido a tiempo.
En España, se ha observado el riesgo de hiponatremia en pruebas largas, de más de cuatro horas, y bajo determinadas condiciones climáticas. Una combinación que se da en pruebas como la Transgrancanaria.
Hay que beber agua cuando se tiene sed, y no por encima de las posibilidades del cuerpo humano. Las bebidas isotónicas son una buena opción cuando se trata de ejercicios de larga duración: reponen los niveles de sodio y otros electrolitos que se pierden ante el esfuerzo.
Por otra parte, para competir en pruebas con este tipo de exigencias físicas, lo mejor es una buena preparación profesional que enseñe a medir la hidratación durante el ejercicio y a regular los niveles de sodio, que traducido es de entre 1-1,5 gramos de sal por cada litro de bebida no energética (1/5-1/3 de una cucharadita) y de 0,5-0,7 gramos de sal/litro en el caso de bebidas energéticas.
Otras fuentes: 1, 2, 3, 4, 5.