Cada vez que tiene lugar una emergencia, se suele dar por sentado que deben estar presentes las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, servicios sanitarios -ambulancias y médicos- y, en ocasiones, los bomberos. Sin embargo, el hecho de que se produzca una tragedia deja cicatrices más allá de lo perceptible con la vista; los acontecimientos traumáticos traen aparejados secuelas de carácter psicológico, para cuyo tratamiento resulta crucial contar con profesionales en la materia.
Y esta es, precisamente, una de las demandas del Colegio de Psicología (COP) de Santa Cruz de Tenerife. Su decana, Carmen Linares, indica a DIARIO DE AVISOS que “se debe incluir la figura del psicólogo en los planes de emergencia”, en la medida en que, como se ha demostrado con la erupción del volcán de Cumbre Vieja, es necesaria para tratar las consecuencias emocionales de fenómenos naturales tan devastadores como el que, desde el pasado 19 de septiembre, golpea a la Isla Bonita, con un barrio aridanense totalmente engullido por la lava, Todoque, y otro con graves daños, La Laguna.
Linares explica que desde que comenzaron a emerger rocas calientes en la zona de Cabeza de Vaca, “hicimos un grupo de WhatsApp para organizarnos de manera voluntaria”. Así fue cómo el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) del COP dio el pistoletazo de salida a su labor en el territorio insular, comenzando en el Centro de Día de El Paso, donde personal de Servicios Sociales realiza un triaje de los afectados. También en el Recinto Ferial pasense, uno de los centros logísticos de recogida de donaciones de ropa y alimentos no perecederos.
En este último enclave, la decana afirma que ha podido observar, al estar participando también en el trabajo de campo, cómo “muchas personas han pasado de dar ayuda a tener que recibirla”, por lo que hay casos en los que estas “se dan la vuelta” antes de entrar en el complejo. “Les genera mucho estrés y mucha vergüenza”. Aparte, se han desplegado en el pabellón Severo Rodríguez de Los Llanos de Aridane, otro punto de recepción de donativos, y, añade, “también nos movemos, porque a diferencia del psicólogo clínico, el de emergencias a veces tiene que acercarse a las personas”.
Con respecto a la prestación de un servicio enfocado casi de manera exclusiva a los evacuados, detalla que a lo largo de las primeras semanas tuvieron presencia en el acuartelamiento El Fuerte, en Breña Baja, donde recaló una parte de los desalojados, principalmente con movilidad reducida. Más tarde, se trasladarían al hotel de Fuencaliente, percibiendo que, “como la situación se prolonga en el tiempo, va siendo cada vez más complicado que la gente lo gestione”. Poco después, el Ayuntamiento de Tazacorte se puso en contacto con el Colegio, dado que estaba aumentando la demanda por parte de la población y con los técnicos de los que disponían no daban abasto.
Los números de teléfono 600 756 760, 696 087 014 y 922 28 90 60 se han convertido en el salvavidas de muchas personas que, por distintos motivos, no se atreven a dar el paso de solicitar ayuda psicológica presencial. Para algunos es la primera toma de contacto, permitiendo al personal del COP evaluar su estado. A ello se une la atención que están ofreciendo psicólogos colegiados en la oficina de gestión de las ayudas a los damnificados ubicada en la Casa Massieu del barrio de Argual, en Los Llanos, en virtud de un acuerdo con la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias. Unas instalaciones desde las que Alicia Pérez coordina el trabajo del GIPEC.
En declaraciones al DIARIO, admite que, “en general, para la situación que estamos viviendo, la gente está bastante entera”, aunque “ha habido momentos de shock e incredulidad, picos de angustia y ansiedad, porque la gente está sopesando todo lo que está ocurriendo y lo que ha perdido; está pasando el duelo”. Y para que esa tarea se pueda completar de forma satisfactoria, indica que “este alargamiento está pasando factura; todos esperábamos que esto fuera mucho más corto”. “Por muy fuerte que seas o por mucho optimismo que tengas, el cuerpo no aguanta”, concreta.
Pérez asegura que ahora impera un sentimiento de “pesadez”, derivado de “no tener una fecha” para que el evento volcánico se dé por concluido. Los expertos hablan, incluso, de que se maneja un horizonte “a largo plazo”, descartando el “medio” y “corto”, según manifestaba la semana pasada la directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, que actúa como portavoz del Comité Científico previsto en el Pevolca (Plan de Protección Civil y Atención de Emergencias de Canarias por Riesgo Volcánico) y comparece diariamente.
Por otra parte, se encuentra “el estigma” que siempre rodea a la psicología, y es que hay sectores de la población que consideran que esta disciplina está reservada únicamente para quienes padecen algún desequilibrio; “que somos loqueros”. “No nos ven como ese médico de cabecera al que vamos cuando nos duele algo”, explica, al tiempo que continúa diciendo que “la parte emocional no la tenemos interiorizada”, entre otras cosas, por razones culturales: “No estamos en el Servicio Canario de Salud, en los centros de salud”.
Como punto de partida, Pérez agrega que cuentan con un obstáculo adicional: “Tienes que romper esos estereotipos que tiene la gente sobre la profesión; que cojan confianza con nosotras”. Es más, reconoce que es el miedo y el desconocimiento generalizado en torno a la psicología el que hace que se produzcan situaciones como que los miembros de una misma familia hablen entre sí, y, al ver que uno de sus miembros “está mal”, “se te acercan y te dicen: deberías acercarte a tal persona. Hacen de guardianes entre ellos”.
Por medio de un comunicado, ayer el COP de Santa Cruz de Tenerife advertía sobre la presencia de personas que, sin ser colegiadas, estaban prestando apoyo a damnificados que, realmente, requerían atención de un profesional. Y, si bien desde el organismo que dirige Carmen Linares no han querido dudar de la buena voluntad de quienes se ofrecen para echar una mano, en ocasiones es necesaria atención especializada, para la cual están formados los miembros del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes. La organización pide “ser cautos ante determinados ofrecimientos de ayuda, que pueden parecer loables, pero no lícitos, y que podrían lastrar la recuperación de las personas”.