Susana Pérez Soler
Pablo tiene 53 años y Mariluz, 56. Él es artista plástico. Ella, subdirectora de uno de los museos más prestigiosos de nuestro país. Entre los dos suman cuatro hijos y ambos tuvieron una larga relación antes de conocerse: 20 años de matrimonio feliz en el caso de él; 15 en el de ella. Ahora son pareja. Se conocieron a través eDarling, una aplicación de citas online, unos pocos días antes del confinamiento, así que el encuentro presencial, el primer café, tuvo que esperar, pero mereció la pena.
“Llevamos casi dos años, uno de compromiso serio y tiene pinta que va para largo. Es un amor maduro y tranquilo. La relación es diferente de las que había hace unos años, pero es que la manera de vincularse ha cambiado. Nosotros no vivimos juntos, pero lo que sentimos es amor”, cuenta Pablo.
Hoy en día es más probable que conozcas a tu próxima pareja a través de Internet que en una cafetería. Y es que cada vez resulta más complicado hablar con alguien a quien no conoces, por mucho que intercambies miradas furtivas en un bar o una fiesta. La comunicación digital ha levantado algunas barreras a la hora de relacionarse cara a cara. Cada vez más personas aseguran no tener valor para entablar una conversación con alguien desconocido por mucho que les suscite interés.
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— Prog1 Tue Oct 25 18:59:30 +0000 2011
Javier y Amy tienen 37 años. Ella es irlandesa y él, barcelonés. Ella es profesora de primaria y él se dedica a la comunicación digital. Llevan siete años y medio juntos y esperan su primer hijo. Se conocieron a través de Tinder cuando Javier se encontraba en medio de un año sabático viajando por el mundo.
“Cuando hicimos match le dije que estaría sólo cuatro días en Barcelona porque en aquel momento estaba viviendo en Tailandia. Hacía un año que lo había dejado con mi ex y simplemente quería conocer gente. Ella estuvo a punto de deshacer el match, me lo ha dicho muchas veces, pero no lo hizo”, explica Javier.
Lee tambiénA pesar del estigma que recae sobre las aplicaciones de ligoteo, los estudios señalan que las relaciones que se han fraguado a través de los bits y las pantallas tienen más probabilidades de durar y ser más felices.
Así se desprende de un estudio publicado en diciembre de 2020 elaborado por la socióloga Gina Potarca de la Universidad de Ginebra, que analiza los datos de miles de parejas suizas y concluye que las aplicaciones de citas juegan un papel importante en la selección de los miembros de la pareja y los objetivos comunes. Contra todo pronóstico, las parejas estables que se conocen a través de estas aplicaciones son más racionales.
Lee tambiénHace cuatro que tiene pareja y está a punto de casarse. Por supuesto, conoció a su chico en Tinder. Ahora, el conocimiento precede a la atracción, a la “química”. Primero, se da el conocimiento a través de un intercambio de mensajes. Después, llega el encuentro cara a cara y entonces sí, si hay química, se sigue adelante. Salir con alguien que tenga tus mismos intereses no es una garantía de éxito, pero sí un primer filtro de qué vas a conocer a alguien afín.
“Entonces llega el momento de cerrar los otros chats que tenías abiertos con otras personas, porque, no nos engañemos, todo el mundo hace lo mismo: se mantienen conversaciones en paralelo para ver qué puede funcionar y se sigue adelante con quién parece que puede funcionar”, continúa Marta.
El amplio abanico de posibilidades es lo que, según señalan muchos críticos, conduce a un mercadeo de sexo ocasional que no facilita la conexión real entre las personas. Y es que en estas aplicaciones, también hay muchos usuarios que prefieren el encuentro esporádico sin tener que comprometerse con una persona en concreto. Estas herramientas tecnológicas provocan la ilusión de que disponemos de un sinfín de posibilidades, lo que no ayuda a encontrar a la persona ideal, sino que incentiva el swipe, el buscar a alguien mejor en el siguiente perfil.
Lee también“Pero lo importante es que buscas tú. A menudo se habla mal de los algoritmos que hay detrás de estas aplicaciones pero el algoritmo es un reflejo de ti mismo, de lo que andas buscando”, añade. Más que para encontrar el amor, los algoritmos de estas aplicaciones están diseñados para que los usuarios dejen sus datos y pasen tiempo en la aplicación, como explica la periodista Judith Duportail en el libro El algoritmo del amor, de manera que abrir un perfil y cerrarlo al cabo de poco tiempo por sentirse desbordado por un exceso de oferta o frustrado por no tener demanda es un comportamiento habitual entre los usuarios.
“Estuve tres o cuatro años en este tipo de aplicaciones y probé varias: Tinder, Adopta un tío, Happen, etc. Entras y sales porque el algoritmo te ofrece los mejores perfiles cuando acabas de crear tu cuenta y eso puede resultar adictivo”, explica Marta. También hay períodos en los que se necesita descansar, especialmente después de acumular varias citas que no han funcionado, quizá porque esa afinidad a través de la pantalla no se ha convertido en “química” en el cara a cara o porque, a pesar de que aparentemente funciona, la persona con la que se establece una relación desaparece.
Lee tambiénA pesar de que no son comportamientos nuevos ni están circunscritos exclusivamente al entorno digital, las nuevas maneras de hiper relacionarnos los vuelve más frecuentes y las empresas tecnológicas que promueven estas relaciones los explotan económicamente.
Lee también“Tuve muchas citas desastrosas antes de llegar a conocer a mi chico”, explica Olga. “Hay muchos hombres que sólo buscan encuentros de una noche y muchos otros que están desesperados por encontrar una pareja y formar una familia, pero la clave es conocer a la persona antes de quedar con ella y dejar claro qué quieres. Para mí una foto no es sexy, es sexy una persona, y Tinder es una manera más de llegar a ella”, añade.
Lee también“Desde la primera cita fue todo completamente diferente. El primer día que nos conocimos, estaba tan nervioso que chocó con el coche de detrás cuando aparcó”, explica Marta. “Quedamos por la noche para tomar algo y cuando terminó la cita, me escribió para decirme que había estado muy a gusto. A diferencia de experiencias anteriores fue todo muy normal. Siempre con una comunicación fluida y sin altibajos”, concluye. Cuando aparece alguien normal: alguien que comunica lo que quiere, que está dispuesto a hacer renuncias y que no va y viene es un indicio de que el amor puede estar llamando a tu puerta.
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