En el actual contexto de nuestra sociedad, la lógica pareciera tener un papel fundamental. Así quedó de manifiesto en nuestro reportaje del 17 de enero, y así lo demuestran los argumentos que atraviesan nuestra vida cotidiana, nuestras interacciones sociales y nuestra vida cívica.
La pregunta por la racionalidad humana, es decir, si el ser humano piensa y actúa sobre la base de la razón, apunta habitualmente a la lógica como modelo de aquello esperable racionalmente.
Existen muchas definiciones de lógica, y no todas coinciden entre sí. Lo que sí está claro, es su incidencia en múltiples escenarios de nuestro desempeño en la sociedad. Una disciplina actual y vital, que funciona como herramienta invisible en ambientes propicios para la argumentación, el debate, el discurso, o en el desarrollo de aspectos como la inteligencia artificial y otros ámbitos referidos a las ciencias de la computación o de las matemáticas.
“Si a distintas personas se les pregunta qué es la música, van a dar diversas respuestas. Ahora, si se les pregunta qué es la teoría musical, muchos no sabrán, pero entre los interesados van a surgir también diversas respuestas, y eso –contrario a lo que se podrá pensar– es enriquecedor”, explica Andrés Bobenrieth, agregando que, en el caso de la lógica, “es claro que todos los seres humanos estamos en contacto con ella en algún sentido. De ahí la vieja definición aristotélica de que somos ‘animales racionales’ que, en una traducción más directa, sería que ‘somos capaces de tener logos’, palabra ésta que tiene mucho sentido y que es el origen de la palabra lógica”.
Filósofo y abogado, Bobenrieth sostiene que la lógica está presente en la práctica de todos los seres que hacen inferencias. Eso, dice, incluye animales humanos y no humanos, y máquinas. “Inferir es partir de ciertas afirmaciones o supuestos para llegar a ciertas conclusiones”.
Ahora bien, agrega, “la Lógica, como disciplina, es el estudio de esos procesos, tratando de distinguir entre lo que sería una inferencia bien hecha, de una inferencia que consideramos que está mal hecha y que, por lo tanto, llamamos inválida”.
El académico del Instituto de Filosofía de la Universidad de Valparaíso y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, señala que esto es semejante a la música. “Todos tenemos ´sentido musical`, incluyendo a los animales no humanos, pero sólo algunos humanos se dedican a la teoría musical. Es como la frase de Mòliere sobre el Burgués gentil hombre que no sabía que ´hablaba en prosa`. Además, todos los computadores, tablets y celulares no son otra cosa que Lógica hecha circuitos electrónicos”, dice.
Andrés Bobenrieth
La relación que existe entre la lógica y el razonamiento humano es parte del campo de investigación de Alba Massolo, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Mediante la creación de modelos formales del razonamiento humano, esto ha permitido conocer las características y limitaciones de nuestro propio pensamiento.
“En forma conjunta con las ciencias cognitivas, la investigación empírica ha mostrado la existencia de ciertos patrones comunes de razonamiento, los denominados sesgos cognitivos. Si bien se cree que los sesgos cognitivos fueron en gran parte responsables de nuestro éxito adaptativo como especie, en la actualidad se ha mostrado que estos sesgos son también responsables de ciertas acciones indeseables, como es el caso de creer y aceptar noticias falsas”, sostiene.
Esas llamadas Fake News, han desempeñado un rol bastante dañino tanto en procesos eleccionarios como en la proliferación de los movimientos antivacunas. Por eso, dice Massolo, “en ámbitos de toma de decisiones tan fundamentales, como es el caso de una elección en una sociedad democrática o de una campaña de vacunación en el contexto actual de pandemia, las herramientas de la lógica podrían aplicarse para ayudar a mitigar estos sesgos inherentes al razonamiento humano que, de otra manera, podrían traer consecuencias sociales negativas”.
Alba Massollo
Para Bobenrieth, lo sucedido en Estados Unidos los últimos cinco años es un excelente ejemplo de lo que puede pasar en una sociedad cuando, en parte importante de ella, se deja muy de lado el rigor argumentativo y se potencia lo que “convence” a la gente, apelando a emociones, prejuicios, frases hechas, ideas preconcebidas, teorías conspiracionales, etc. “Se ha hablado mucho de que Trump no atendía la ciencia, pero creo que especialmente no atendía criterios lógicos para justificar consecuencias; es decir, no era tanto que partiera de premisas erradas, sino que sacaba conclusiones equivocadamente, las cuales eran acomodaticias para sus propósitos retóricos. Esto resulta muy evidente en las generalizaciones y extrapolaciones que hacía frecuentemente”.
Con ellos coincide Natalia M. Buacar: “el fenómeno de las Fake News nos alerta sobre el poder que tienen las redes sociales a la hora de construir nuestro mundo simbólico. Más que nunca resulta, entonces, necesario contar con herramientas para poder identificar presupuestos y sesgos, distinguir información relevante, sopesar si ciertas opiniones están o no fundadas en evidencia, si la información disponible es o no suficiente, es o no adecuada. La Lógica nos brinda herramientas cruciales para emprender estas tareas”, señala la profesora investigadora de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Torcuato di Tella.En ese sentido, la lógica nos ayuda a ser críticos a la hora de enfrentarnos a ese mundo de información y contribuye a que seamos ciudadanos responsables.
Natalia Buacar
El estudio de los argumentos que se expresan en nuestro lenguaje ordinario o coloquial es llamado lógica informal, concepto que tiene su fuente en Aristóteles quien, en su obra conocida como Órganon, consideraba sólo en parte los aspectos inferenciales que privilegia la lógica en su sentido contemporáneo.
Wilfredo Quezada destaca que, en general, Aristóteles ponía su atención en “los rasgos formales del discurso, como un ejercicio dialéctico de los seres humanos”, y que “el objetivo inferencial aparece sólo en parte de sus escritos sobre lógica, aquellos que corresponden a lo que él llamaría la analítica, mientras que las otras partes conciernen en buena medida a las dimensiones dialécticas, retóricas o erísticas de los usos argumentativos”.
Hay diversas formas en las que la lógica, en este sentido natural, está inadvertidamente presente en nuestras maneras de concebir ciertos procesos o las habilidades cognitivas de las personas. “Uno tiende a admitir de manera inconsciente esa perspectiva cuando acepta que se hable por ejemplo en un test de entrada a estudiantes universitarios de primer año para explorar en ellos ‘habilidades lógico-matemáticas’”, advierte el académico del departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile y del Instituto de Filosofía de la Universidad de Valparaíso
Wilfredo Quezada
Y, en ese contexto, aparece la relevancia social de la lógica. Como señala Buacar, “el objeto de estudio de la lógica la vuelve sumamente trascendente para nuestra sociedad actual. Los argumentos atraviesan nuestra vida cotidiana, nuestras interacciones sociales, nuestra vida cívica, la práctica científica, entre otras. Vivimos en una sociedad en la que confiamos (o queremos confiar) en que la autoridad se funda en razones, el diálogo y en la posibilidad del consenso. La argumentación está a la base de esos intercambios dialógicos y la lógica se ocupa, precisamente, de la argumentación”.
Buacar pone como ejemplo lo sucedido en la legislatura argentina, hace tan sólo unas semanas, en torno a la discusión sobre la interrupción voluntaria del embarazo donde, dice, se pueden ver en acción prácticas argumentativas y valorar su rol en la vida colectiva.
“Lo que ocurrió allí fue un intercambio de argumentos; sin duda, algunos mejores que otros. La lógica nos sirve para analizarlos y evaluarlos. En general, la toma de decisiones en el ámbito de políticas públicas se apoya en argumentos. Por ejemplo, a la hora de decidir a quién ha de aplicarse primero una vacuna, se requiere información epidemiológica, sociológica, médica, pero también se requiere concluir algo a partir de ella. La lógica nos ayuda en ese tránsito”, explica.
En otro aspecto, agrega, “las múltiples explicaciones de por qué el coronavirus resulta tan contagioso, a las que tuvimos acceso en el último año, por ejemplo, no son otra cosa que argumentos. Las predicciones sobre los posibles avances de la pandemia se fundan en la construcción de escenarios y modelos que suponen también innumerables argumentos e inferencias”.
Por otro lado, la manera de entender la discusión o la práctica de la argumentación puede imponerse culturalmente y oscurecer aspectos que pueden ser mucho más favorables desde un punto de vista social. La perspectiva feminista aporta en este sentido, al promover y destacar esos aspectos.
Buacar señala que “durante mucho tiempo, se concibió la argumentación como un terreno de batalla, de enfrentamiento, cuyo resultado era una parte vencedora y otra perdedora: quien lograba imponer su posición y quien era doblegado. Desde una perspectiva alternativa, el estudio feminista de la argumentación propone actualmente otro modo de entender la argumentación, y la caracteriza como un esfuerzo cooperativo por dar respuesta a las preguntas que nos inquietan, y de tomar aquellas decisiones que se nos imponen. Mi propia investigación, en la actualidad, se centra en estos desarrollos”.
El sistema jurídico es una realidad social donde la lógica juega un rol permanente y esencial. Para ejemplificar ello, Bobenrieth señala que, en Chile, “contradecir los principios de la lógica” es una causal de casación de sentencias, incluso se habla de “las leyes de la sana lógica”.
“Desafortunadamente, entre los abogados poco conocimiento se tiene de la Lógica como disciplina, pero sí se usa de forma permanente, y en general muy competente, estructuras inferenciales lógicas”, sostiene.En ese sentido, señala que en el proceso constituyente va a ser fundamental la integración de todos los artículos en una estructura que resulte lógica y coherente, pues la Constitución es más que la suma de sus artículos, establece el marco normativo general del país.
“Hay que cuidar tanto la estructura lógica interna de la nueva carta fundamental, como su correlación con todo el resto de la normativa vigente. La nueva Constitución va a ser lo determinante, pero tiene que hacerse pensando en todo el sistema jurídico. Para la famosa “pirámide de Kelsen” su articulación lógica es fundamental”, señala Bobenrieth.
A su juicio, “considerando que esperamos que serán elegidas como constituyentes personas con diversas historias de vida, formaciones, profesiones (no sólo abogados), orientaciones, intereses, preocupaciones, etc., lo que afortunadamente incluirá explícitamente a miembros de los pueblos indígenas, resultará muy importante que haya bases comunes que generen un entendimiento colectivo y, en ese sentido, la lógica puede aportar mucho. El nuevo andamiaje institucional tiene que resultar bien afiatado. El futuro del país depende en buena parte de que logremos hacer una buena Constitución”.
En el escenario actual, la lógica pareciera entonces tener un papel fundamental, más aún en el desarrollo de cuestiones relacionadas con las humanidades.
“Si a Platón se le consultara sobre el desarrollo y ejercicio de la Lógica en sociedades como la nuestra, seguramente diría que es importante porque es el único camino que le asegura a la juventud la virtud. Hoy sería difícil siquiera sugerir eso”, reflexiona Quezada.
A su juicio, hay dos respuestas para la pregunta, dependiendo de lo que se entienda por sociedad: “Si es la llamada Sociedad del Conocimiento, con predominio de la inteligencia artificial y las autopistas de la información, el desarrollo y ejercicio de la lógica, sea directo o indirecto, ya está asegurado pues, en parte, ha sido responsable de ese tipo de sociedad. Ahí, la lógica es un instrumento pasivo y la responsabilidad de quienes la usan está tan diseminada en ese esfuerzo común que es indiscernible”, sostiene.
Ahora, si la sociedad en la que se piensa es un continuo cultural y socio-económico determinado por un ethos político específico, dice, “la lógica y su ejercicio se puede volver un instrumento crucial para, al menos, introducir esclarecimiento crítico en las argumentaciones comunes y volver más responsables a los sujetos que en el futuro tomarán decisiones por otros. Así, a diferencia de Platón, lo único que en mi opinión se le podría pedir en este momento al ejercicio de la lógica entre los más jóvenes, no es alcanzar mayor virtud sino, al menos, mayor responsabilidad. Que eso ocurra, por supuesto, es responsabilidad de las instituciones educativas y, por cierto, de los que enseñen lógica. En Chile eso todavía es un desafío”.