A juzgar por lo que se escucha, muchas personas parecen pensar que el misterio del origen del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, ha caído en el olvido. Nada más lejos de la realidad: cientos de investigadores continúan activamente involucrados en la resolución de esta incógnita, analizando datos y publicando estudios.
Por desgracia, se diría que esta cuestión solo suele saltar a los titulares de los medios cuando se echa leña al fuego de las hipótesis sensacionalistas, como la defensa de un origen artificial del virus que hace unos meses lanzaba el controvertido periodista de ciencia Nicholas Wade, algo que ya comenté en su día (aquí y aquí), y que ha sido posteriormente desacreditado por verdaderos expertos.
Por cierto y como también conté entonces, el principal argumento de Wade, la rara –según él– presencia del sitio de corte por furina en el genoma del SARS-CoV-2 (explicación aquí y aquí), se caía por la existencia de esta secuencia en otros betacoronavirus relacionados, algo que Wade parecía ignorar (o bien ocultar deliberadamente) pero que era sobradamente conocido, porque ya estaba publicado.
Esta presunta (falsa) peculiaridad exclusiva del virus de la cóvid fue en su momento descrita por el virólogo molecular y premio Nobel David Baltimore como una “pistola humeante” que apuntaba al origen artificial del virus, lo que a su vez diversos medios esgrimieron como un argumento de autoridad a favor de la hipótesis de Wade. Pero lo cierto es que Baltimore ha retirado posteriormente sus palabras, reconociendo a la revista Science que no estaba enterado de que esta secuencia está presente en otros betacoronavirus; incluso todo un premio Nobel puede caer en la trampa de un fake.
Conviene aclarar que no hay nuevos datos concluyentes para esclarecer el origen del virus. Pero sí hay nuevos movimientos que en parte refuerzan lo ya defendido por la gran mayoría de los expertos, y que solo en un aspecto concreto aportan un nuevo giro de guion: después de haber sido casi desterrada, la idea de que el brote pudo surgir en un mercado de Wuhan vuelve a cobrar fuerza.
Mercado de Huanan, en Wuhan. Imagen de Skoleopgave1 / Wikipedia.
Recordemos brevemente la historia de esta idea. En un primer momento se detectó un clúster de casos que parecía apuntar al mercado de mariscos de Huanan, en Wuhan, lo que llevó a proponer que aquel lugar era la zona cero de la infección. Pero ninguna investigación logró encontrar pruebas que avalaran esta hipótesis. Al descubrirse después que algunos de los casos más tempranos no parecían tener ninguna relación con el mercado, se puso en duda esta teoría, que quedó prácticamente abandonada cuando se difundió que en Huanan no se vendía ninguna clase de mamífero vivo; sin ser un requisito imprescindible, es más probable que un virus salte a los humanos desde animales vivos que desde la carne vendida para el consumo. A ello se unía la dificultad de aislar coronavirus cultivables de muestras ambientales (como paredes u otras superficies), lo que dejaba un espacio en blanco difícil de rellenar en una posible cadena de contagio iniciada en Huanan. Todo ello llevó a especular que quizá el mercado pudo amplificar el brote, pero que no fue su origen.
Recientemente, esto ha cambiado. En junio, un grupo de investigadores de China, Reino Unido y Canadá reveló en un estudio que entre 2017 y 2019 se vendieron en Huanan y otros mercados de Wuhan más de 47.000 animales, la mayoría vivos. Entre las 38 especies a la venta se encontraban civetas, perros mapache y visones, especies que podrían haber tenido un papel en la aparición del brote. Los investigadores añadían que los animales se vendían sin ningún tipo de control sanitario ni medidas de higiene, y que eran vectores potenciales de varias enfermedades zoonóticas (capaces de saltar de animales a humanos). Por otra parte, la misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desplazada a China encontró contaminación vírica en los mercados.
Estos nuevos datos tampoco son probatorios, pero sí vienen a rellenar un vacío, lo que ha hecho que, para diversos expertos, la hipótesis del mercado vuelva a subir puestos en la lista de posibles explicaciones sobre el origen del virus.
A finales de agosto, una nueva revisión en Science recopilaba todos los datos publicados hasta la fecha sobre el origen del virus, incluyendo el reciente descubrimiento de tres nuevos coronavirus de murciélagos en la provincia china de Yunnan –a más de 1.500 kilómetros de Wuhan– que ahora son los virus más similares al de la cóvid que se conocen. Aunque, al igual que el virus RaTG13, ya conocido anteriormente, estos nuevos coronavirus no se consideran ancestros del SARS-CoV-2, el hallazgo muestra que existe una notable diversidad de virus relacionados. Y que, dado que en la población humana de esa parte de Yunnan se han encontrado anticuerpos que revelan el salto zoonótico de algunos de esos virus, es más probable que uno de ellos aún desconocido pudiera recorrer el camino evolutivo –hasta el SARS-CoV-2– y geográfico –hasta Wuhan– a través de esas infecciones naturales no detectadas que la hipótesis de que una muestra recogida por investigadores en Yunnan pudiese infectar accidentalmente a un trabajador del laboratorio de Wuhan.
“Este escenario sería extremadamente improbable comparado con la escala de los contactos susceptibles entre humanos y animales que tienen lugar de forma rutinaria en el comercio de animales”, escriben los autores. “En resumen, la causa más probable que la pandemia de COVID-19 es la transmisión de animal a humano de SARSr-CoV [coronavirus relacionados con el SARS] asociada a animales vivos infectados”.
También por las mismas fechas, otra revisión sobre el origen del virus publicada en Cell llega a similares conclusiones: “No hay pruebas de que ningún caso temprano tuvo conexión con el Instituto de Virología de Wuhan, en contraste con los claros vínculos epidemiológicos con los mercados de animales de Wuhan”. Los autores reconocen que “la posibilidad de un accidente de laboratorio no puede descartarse por completo, y puede ser casi imposible de refutar”, pero en línea con la revisión anterior subrayan que “esta vía de aparición es altamente improbable en comparación con los numerosos y repetidos contactos entre humanos y animales que ocurren de forma rutinaria en el comercio de animales”.
También en los días pasados se ha publicado el informe conjunto de las agencias de inteligencia de EEUU encargado por la administración de Joe Biden para emitir un dictamen que sirva como directriz oficial del gobierno de aquel país respecto al origen del virus. Como no podía ser de otra manera, ya que los datos disponibles son los que son y están a disposición de todos los expertos, no hay un veredicto firme y definitivo, pero la conclusión refleja lo ya señalado por los expertos: el virus no fue desarrollado como arma biológica, nada sugiere ni apoya la idea de que fuese manipulado genéticamente en un laboratorio, y la hipótesis más probable sigue siendo el origen natural del virus y su salto accidental a humanos.
En definitiva, todo lo anterior no les sonará demasiado novedoso a muchos, pero tampoco puede ignorarse que esta repetida falta de novedades no hace sino corroborar, parafraseando una cita que el difunto expresidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo aplicaba a la política, que también en ciencia ocurre a menudo que, lo que parece, es.
Pero por supuesto, todo lo anterior no cierra el caso. De hecho, los propios integrantes de la misión de la OMS han publicado un comentario en Nature en el que urgen a iniciar la fase 2 de la investigación lo antes posible, ya que, dicen, se está cerrando la ventana disponible para emprender ciertos estudios, como el trazado de muestras de animales y humanos dentro y fuera de China; a medida que pasa el tiempo, muchas posibles pruebas podrían dispersarse o desaparecer.
Pero como ya he subrayado aquí antes, nada de esto garantiza que algún día lleguemos a conocer el origen de este virus, como no conocemos el de muchos otros. Como apunta en Science el biólogo de Harvard William Hanage, la gente quiere una historia, pero sobre el origen del SARS-CoV-2 hay y habrá varias; ceñirse a las más probables frente a las más extravagantes, incluso si estas son más apetecibles, es lo que diferencia al rigor de la fantasía, a los hechos de los fakes y a la mente racional de la conspiranoica.
Almacenado en: medicina, Salud